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21 de abril de 2022 - 3:06 PM
Redacción ACI Prensa
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El 30 de abril del 2000, San Juan Pablo II declaró el domingo después de Pascua como el “Domingo de la Divina Misericordia”.
Esta celebración se centra en la imagen de la Divina Misericordia, pintada según la descripción dada por la santa polaca Faustina Kowalska, y que actualmente se encuentra en muchas iglesias alrededor del mundo.
En su diario, Santa Faustina escribió en febrero de 1931: “Al anochecer, estando en mi celda, vi al Señor Jesús vestido con una túnica blanca. Tenía una mano levantada para bendecir y con la otra tocaba la túnica sobre el pecho. De la abertura de la túnica en el pecho, salían dos grandes rayos: uno rojo y otro pálido. En silencio, atentamente miraba al Señor, mi alma estaba llena del temor, pero también de una gran alegría. Después de un momento, Jesús me dijo: ‘Pinta una imagen según el modelo que vez, y firma: Jesús, en Ti confío. Deseo que esta imagen sea venerada primero en su capilla y [luego] en el mundo entero’”.
A continuación, te dejamos 20 ideas para celebrar la Fiesta de la Divina Misericordia en familia:
Traducido y adaptado por Cynthia Pérez. Publicado originalmente en CNA.
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Richbell Meléndez. Laico católico dedicado tiempo completo al apostolado de la Apologética y subdirector de la Escuela de Apologética Online DASM.
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Por: Cristina González Alba
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La profesora universitaria Cristina González Alba, casada y con seis hijos, propone hacer del Rosario una práctica diaria que cada día sea distinta.
En esta entrevista a Zenit explica qué «rezar el Rosario no es lo mismo que orar» y cuenta algunas de las iniciativas que ha organizado para que la gente se acerque a esta práctica devocional.
Cristina González Alba, sevillana de nacimiento, enseña Derecho, Historia y Ética en la Universidad de Río Grande, en Tierra del Fuego. Es autora de «Orar con el Rosario», editado en España por la Editorial Descleé de Brouwer.
--¿En qué sentido descubrir el Rosario le cambió la vida?
--Cristina González: Quizás la frase cambiar la vida sea un poco literaria y no del todo exacta. Lo que sí me hizo fue madurar y crecer en vida interior. Yo recé el Rosario desde que era pequeña, en casa. Luego seguí haciéndolo como una buena rutina en mi vida.
Y un día descubrí la cantidad de posibilidades y recursos espirituales que me brindaba el Rosario. Por ejemplo, podía elegir un misterio del Rosario de cada día y convertirlo en el tema de mi oración.
Podía quedarme con una frase o salmo de la misa, o de la liturgia, y añadirlo después del rezo de cada misterio. Repetirlo después de cada misterio me sirvió para descubrir que lo podía seguir repitiendo durante el día en distintos momentos para tener presencia de Dios.
Leer o recordar el pasaje del evangelio de cada misterio me llevaba a sacar de ahí un punto de lucha para ese día. Entonces el Rosario se convirtió en el hilo conductor de mi vida interior y eso me hizo crecer espiritualmente y algo así como "ordenar" mi vida de oración.
El Rosario dejó de ser para mí una práctica aislada para convertirse en la fuente de donde sacaba propósitos, jaculatorias etc. que iban alimentando mi vida religiosa
--Usted diferencia «orar» de «rezar» con el Rosario. ¿En qué se distinguen?
--Cristina González: Mas que diferenciar podríamos decir que el concepto orar abarca el concepto rezar. Se empieza rezando y se termina orando. A veces a la oración no le tomamos gusto porque no sabemos dar ese paso.
Rezar es la manifestación exterior de orar. Orar es la actitud interior del que reza. El que ora reza, pero no todo el que reza ora. Y el Rosario es una oración que por ser repetitiva y rutinaria se puede prestar a la distracción y a la repetición sin reflexión. A sólo rezar y olvidarnos de orar.
Hay quien considera que una oración espontánea vale más, y no se da cuenta de que el Rosario es una herramienta fabulosa de creatividad y de espontaneidad. Hasta el mejor de los artistas necesita materia para crear.
Sólo Dios crea de la nada. Un escultor puede hacer una figura de cerámica maravillosa pero ha necesitado antes del barro. El Rosario sería ese barro. Lo podemos rezar nada más, y dejarlo como está, o podemos, a través del arte de la oración, convertirlo en una figura de artesanía espiritual.
--Propone «hacer de la rutina del Rosario de cada día una novedad». ¿Cómo se consigue este aspecto novedoso?
--Cristina González: Se consigue poniendo cada día todo nuestro arte en convertir esa masa de barro en una figura de artesanía, cada día distinta y cada día con un esfuerzo nuevo y una creatividad renovada.
El hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios. Dios crea, el hombre es creativo, porque se parece a Dios. Dios crea por amor y el hombre alcanzará la plenitud de su creatividad en la medida en que lo haga por amor. El amor a Dios nos lleva a levantarnos cada día con el ánimo de hacer nuevas todas las cosas, para El.
--¿Con qué método ha conseguido que el Rosario forme parte de la vida diaria de mucha gente?
--Cristina González: Esa fue mi primera idea. Yo descubrí que el Rosario podía ser el hilo conductor de mi vida interior y lo vivía dentro del ámbito de mi vida de oración, como algo entre Dios y yo.
Cuando el papa Juan Pablo II escribió la carta apostólica «El Rosario de la Virgen María» me di cuenta de que no sólo era un arma para mí, sino que el Papa quería transmitir la idea de un Rosario meditado, orado, que alimentara nuestra vida.
Esa frase final de la carta donde dice «que este llamamiento mío no sea en balde» me animó a empezar a transmitir este modo que yo estaba descubriendo de rezar. Y el modo de presentarlo fue haciendo grupos de oración donde no íbamos a rezar el Rosario sino a trabajar el Rosario.
Probé distintos métodos y se logró que muchas personas se aficionaran al Rosario. Unas veces alguien traía preparada una meditación, otras veces traían la jaculatoria final, otras, ahí mismo, de la lectura de los misterios «inventábamos» una pequeña oración y la llevábamos escrita a casa para repetirla durante el día. Hay quien la ponía en la nevera pegada con un imán hasta el siguiente rosario o la pegaba en la agenda, como un compromiso personal.
--¿Cómo se puede presentar de manera atractiva el rosario a los jóvenes y a los no tan jóvenes?
--Cristina González: Con imaginación hay muchas maneras de presentar el Rosario de un modo atractivo. Los jóvenes son creativos. Hay que darles el barro y decirles que les está permitido crear.
Hay que respetar la estructura básica, que es lo que distingue el Rosario de otra oración, o sea, los cinco misterios, las diez avemarías, el padrenuestro y el Gloria, y a partir de ahí podemos hacer lo que nos de la gana, y cada día una cosa.
Los grupos de jóvenes pueden sacar del Rosario el eslogan o lema de la semana, del colegio o la parroquia, pueden rezar un misterio en grupo y meditar el pasaje de ese Evangelio, sacar una conclusión y ofrecerla a otras personas o hacer un cartel en el aula de catequesis.
Todo resulta. Incluso plantear un curso de formación siguiendo la temática del Rosario, que sería como evangelizar de la mano de la Virgen.
También es bueno que sea cada vez uno o dos los que preparen el rezo del Rosario del día o la semana, y dirijan el rezo incluyendo, por ejemplo, alguna pregunta para pensar después de cada misterio o algún comentario breve y personal.
Es importante que entiendan que el hombre es cuerpo y alma, y que esa repetición de oraciones, contra la que ellos a veces se rebelan, no se debe obviar, porque nos ayuda a relajarnos, a estar serenos y mejor predispuestos a una buena meditación.
Es algo que hay que ayudarles a experimentar, buscando lugares aptos y tranquilos, que inviten al recogimiento, como un jardín o un paseo por la playa. Los jóvenes necesitan experimentar lo religioso, tocarlo con sus manos.
En una ocasión un grupo de mujeres nos preparamos para la Semana Santa reuniéndonos todos los martes de cuaresma a rezar y meditar los misterios dolorosos, y terminábamos con un examen de conciencia o reflexión que preparaba cada una durante la semana. Como nos dio tan buen fruto lo repetimos los domingos de Pascua, con los misterios gloriosos, y después, en el Adviento, meditando los gozosos.
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Richbell Meléndez. Laico católico dedicado tiempo completo al apostolado de la Apologética y subdirector de la Escuela de Apologética Online DASM.
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Por: P. Miguel A. Fuentes
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Pregunta:
¿Cómo ayudar a los hijos que se drogan?
Respuesta:
Nadie duda que uno de los dramas contemporáneos es el problema de la drogadicción en todos los niveles: niños, jóvenes, adultos y ancianos.
El abuso de las drogas es la pandemia más grave actualmente en todo el mundo. Es una de las principales causas de muchos:
-matrimonios deshechos
-fracasos en los estudios
-despidos de trabajo
-desempleo
-ruinas económicas
-delincuencia juvenil
-prostitución de niños, adultos y jóvenes
-actos de violencia
-enfermedades mentales
-sida y otras enfermedades
-etc…
1. EL FENÓMENO DE LA DROGADICCIÓN
Veamos algunas ideas generales.
1) El consumidor de droga
Entre los distintos consumidores de droga hay que distinguir diversas clases:
-El consumidor ocasional: es aquel que consume droga esporádica y excepcionalmente.
-El consumidor habitual: es quien consume repetidamente, pero mantiene el suficiente control tanto de la frecuencia cuanto de las dosis; su vida en la sociedad es prácticamente normal.
-El fármacodependiente o tóxicodependiente: es el sujeto que ha llegado a la dependencia de la droga; la consumición de droga se hace en él compulsiva y puede llegar en algunos casos al síndrome de abstinencia.
-El toxicómano: es el sujeto en quien la dependencia de la droga es tal que vive tan sólo para ella; recurre a cualquier medio para conseguirla; desaparece para él todo otro interés (personal, familiar, social); pierde todos los valores morales.
2) La dependencia
También hay que hacer alguna distinción entre los tipos de dependencia en que puede encontrarse un consumidor. Son fundamentalmente dos: el acostumbramiento y la dependencia propiamente dicha.
El acostumbramiento es el estado producido por el uso repetido de un medicinal (u otra sustancia) y se caracteriza: por la tendencia a perseverar en el uso de un determinado producto a causa de las sensaciones de bienestar que provoca; por una ligera tendencia a aumentar la dosis; por cierto grado de dependencia psíquica, pero no física; finalmente, porque los efectos sólo son adversos para la persona que consume.
La dependencia, en cambio, es el estado de intoxicación periódica o crónica resultante del repetido uso de una medicina u otra sustancia. Se caracteriza: por el deseo irresistible (compulsión) a tomar el producto permanentemente y a conseguirlo a cualquier costo; por la tendencia a aumentar la dosis; por la dependencia no sólo psíquica sino también física; y, finalmente, porque los efectos son adversos tanto para la persona en cuestión cuanto para la sociedad. Esta dependencia, a su vez, se considera sólo psíquica: cuando la satisfacción psíquica empuja al individuo a abusar de la sustancia que la produce; o incluso física: cuando la suspensión o limitación del fármaco produce una serie de perturbaciones que se denomina ‘síndrome de abstinencia’, cuando las perturbaciones llegan a calambres estomacales, náuseas, diarrea, convulsiones e incluso estado de coma.
3) Problemas sociales que favorecen el consumo
Nuestra sociedad contemporánea ha creado las condiciones para que el fenómeno de la drogadicción pueda ser considerado prácticamente una ‘cultura’ (o mejor ‘subcultura’); porque, en efecto, la drogadicción se coloca en una línea armonizable con otras manifestaciones propias de nuestro tiempo, como son:
-la búsqueda continua del placer
-el hedonismo en todos sus aspectos
-la intolerancia ante el dolor y la frustración
-la falta de valores
-el materialismo consumista
-la inmadurez cada vez más frecuente en adultos
-la desintegración del núcleo familiar
Este tipo de características de nuestro fin de siglo han creado un estado de vacío, de frivolidad y de cansancio psicológico tal que el instinto de supervivencia espiritual busca desesperadamente salidas alternativas. Es muy significativo que la Organización Mundial para la Salud haya indicado como razones por las que se comienza a consumir algunas drogas ‘suaves’ (como la marihuana): la curiosidad por los efectos y sensaciones producidas por las drogas, el conseguir la satisfacción de pertenecer a un grupo y ser aceptado por los miembros del mismo, el manifestar independencia o también hostilidad, el tener experiencias nuevas, agradables o peligrosas (el atractivo por las situaciones de riesgo), el adquirir una mayor capacidad creativa, el entrar más fácilmente en estado de sueño o éxtasis, el huir de algún problema.
4) Efectos principales de las drogas
Las drogas causan terribles efectos en sus víctimas. Muchos son totalmente imprevisibles; pero entre los más comunes podemos indicar:
a) Modificaciones en la estructura de la personalidad: degradan la persona, se pierde la noción de los valores morales, se pierden progresivamente los intereses culturales y profesionales, desaparece toda capacidad para dar y recibir afecto (los demás dejan de interesar excepto si son útiles para obtener más droga), la mentira pasa a ser comportamiento habitual, se pierde el sentido de responsabilidad, se pierde el sentido de la vida.
b) Modificaciones sobre el comportamiento en la familia: los hijos se aíslan de los padres (por ejemplo, viven encerrados en sus cuartos o se relacionan sólo con grupos cerrados de amigos), adquieren comportamientos irritables, se da una progresiva pérdida de respeto por los padres.
c) Alteraciones en el ámbito escolar y laboral: pérdida del sentido del estudio y del trabajo, disminución del rendimiento, abandono de dichas actividades.
d) Alteraciones sociales: delincuencia y prostitución para conseguir dinero o por el ambiente en que se maneja, conductas suicidas (se calcula que 1 de cada 25 alcohólicos intenta suicidarse por lo menos una vez en la vida; esto es más agudo en las drogas químicas).
e) Problemas físicos: artritis, cirrosis hepática, depresión, malnutrición, encefalopatías, herpes, hepatitis B, sida, sífilis, tuberculosis, etc.
f) Disturbios mentales: la drogadicción puede facilitar la aparición de disturbios mentales como: ansiedad, cuadros psicóticos (especialmente con las drogas con efectos alucinógenos: alucinaciones e ideas delirantes), disturbios mentales endógenos como esquizofrenia.
2. LOS PADRES Y LOS HIJOS DROGADICTOS[1]
Es indudable que esta amenaza pesa con angustia sobre los corazones de muchos padres que tienen hijos ya iniciados en la droga o bien que temen que sus hijos entren en este callejón sin salida ¿Qué pueden hacer cuando los hijos se drogan y qué para que no se droguen quienes aún no han incursionado en este camino? He aquí algunos consejos orientativos.
1) Cuando los padres descubren que un hijo se droga.
A veces puede ser muy difícil para los padres abordar el problema, ya que con frecuencia los hijos van a negar la realidad por todos los medios. Ellos no tienen dificultad en mentir: es parte de la mentalidad que les crea la drogadependencia. Sin embargo, cuando hay sospechas, no puede pasar mucho tiempo sin que los padres alcancen la evidencia de que tienen o no un hijo drogadicto. En ese momento, ¿qué hacer?
Ante todo, es muy importante que el clima familiar sea de la mayor serenidad posible, evitando comportamientos hostiles por parte de los padres. No conviene comenzar con recriminaciones, acusaciones, quejas y críticas. Esto sólo suele conducir a una recíproca hostilidad por parte del hijo.
Los padres tienen que conversar seriamente con el hijo, haciendo que éste tome confianza con los padres y no miedo. Esto no significa que ellos deban tener una actitud tolerante en lo que a las drogas se refiere. Por el contrario, la comprensión no tiene que ser acompañada de la menor permisividad. Tienen que ser muy comprensivos con la persona, pero drásticos en cuanto a la necesidad de no volver a consumir drogas.
Es de gran importancia que el hijo se aperciba de la gravedad que su problema conlleva ya sea para él como para los demás y de las consecuencias que pueden ir surgiendo en el futuro, en caso de no cambiar.
¿Cuál es la mejor forma de ayudarlo? Para evitar, lo más rápido posible la larga serie de consecuencias para él, conviene explicarle la evolución posible del proceso en el que se ha metido. Lo mejor es que el hijo asuma que el problema es suyo. Los padres sólo pueden facilitar los medios para conseguir una adecuada rehabilitación, pueden ayudarlo y apoyarlo; pero sobre todo es necesario que el mismo drogadicto tome la decisión personal de abandonar la droga.
Tenemos que tener presente que en el drogadicto se mezclan una sensación de impotencia y fracaso, sentimientos de culpa y de frustración. Todas estas cosas lo llevan a pensar que el problema no tiene remedio. Por eso son frecuentes las depresiones, acompañadas en muchos casos con intentos de suicidio.
En estos casos, el trabajo paterno es muy importante procurando estimularlo a la perseverancia en la lucha.
También, una de las consecuencias más comunes de la drogadicción es la incapacidad de apreciar la vida. La vida parece carecer de interés. Esto hace que los drogadictos sientan un profundo vacío interior. Los padres tienen que ayudarlo a volver a disfrutar los aspectos gratificantes de la vida. Con un clima afectivo en la familia, y sobre todo hablando a los hijos de Dios. El drogadicto tiene que buscar en Dios lo que él busca en las drogas. Tiene que llenar su vacío espiritual con el amor de Dios. En este caso, la mejor ayuda que se le puede prestar es aproximarlo a la Iglesia.
Finalmente, lo más importante es no perder la esperanza en Dios. Cuando estamos ante problemas que parecen imposibles, hay que decir: para Dios no hay nada imposible (Lc 1,37). El peligro más grande para los hijos es, ciertamente, la desesperación de sus propios padres.
2) Qué deben hacer los padres para prevenir la drogadicción de los hijos.
¿Qué hacer para que los hijos no busquen la droga? ¿Cómo se los protege?
Primero, tenemos que recordar que la mejor protección es un buen clima familiar. Hay que evitar algunas cosas que predisponen, directa o indirectamente, al uso de la droga. Por ejemplo:
-la falta de dedicación del tiempo suficiente por parte de los padres
-los malos tratos
-las separaciones y divorcios
-el alcoholismo de los padres
-el excesivo interés por obtener dinero y hablar sólo o casi exclusivamente de dinero y de problemas materiales
-especialmente la ausencia de prácticas religiosas en la familia.
Segundo, los padres tienen que ofrecer a los hijos ambientes en que no sea normal el consumo de droga. Esto no siempre es fácil en algunas sociedades en que la droga corre en la escuela, la calle, la universidad, el trabajo, etc. Pero al menos, hay que facilitar la práctica de los deportes, el estudio, el contacto con la naturaleza (el mar, la montaña, el campo) y especialmente la actividad religiosa.
Tercero, es necesario dar a los hijos el ejemplo personal de vida y educarlos en las buenas costumbres; por ejemplo:
-en el valor del esfuerzo personal, del respeto por sí mismo y por los demás
-en la constancia de la voluntad
-en el sentido auténtico del sufrimiento
-en el interés por el trabajo y por la cultura
-en la confianza en la Providencia divina
-en la fidelidad a los seres queridos
-en la lealtad a las obligaciones personales
-en el sentido de la responsabilidad
-en los valores espirituales
Finalmente, lo más importante es la oración en común, es decir, en familia. La oración de la esposa, con el esposo y con los hijos. La mejor cosa que podría hacerse es rezar el Rosario en familia o leer el Evangelio; invocar a Dios en las comidas, ir a Misa juntos, etc.
Lo que no pueden los hombres, lo puede Dios.
P. Miguel A. Fuentes, IVE
[1] Los datos los tomo de: Aquilino Poino Lorente y Javier de las Heras, Os teus filhos e as drogas, Ed. Rei dos livros, Lisboa 1994.
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Por: Papa Juan Pablo II
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Catequesis de Juan Pablo II, 21 de agosto de 1997
1. El evangelio de Lucas, al presentar a María como virgen, añade que estaba “desposada con un hombre llamado José, de la casa de David” (Lc. 1, 27). Estas informaciones parecen, a primera vista, contradictorias.
Hay que notar que el término griego utilizado en este pasaje no indica la situación de una mujer que ha contraído el matrimonio y por tanto vive en el estado matrimonial, sino la del noviazgo. Pero, a diferencia de cuanto ocurre en las culturas modernas, en la costumbre judaica antigua la institución del noviazgo preveía un contrato y tenía normalmente valor definitivo: efectivamente, introducía a los novios en el estado matrimonial, si bien el matrimonio se cumplía plenamente cuando el joven conducía a la muchacha a su casa.
En el momento de la Anunciación, María se halla, pues, en la situación de esposa prometida. Nos podemos preguntar por qué había aceptado el noviazgo, desde el momento en que tenía el propósito de permanecer virgen para siempre. Lucas es consciente de esta dificultad, pero se limita a registrar la situación sin aportar explicaciones. El hecho de que el evangelista, aun poniendo de relieve el propósito de virginidad de María, la presente igualmente como esposa de José constituye un signo de que ambas noticias son históricamente dignas de crédito.
2. Se puede suponer que entre José y María, en el momento de comprometerse, existiese un entendimiento sobre el proyecto de vida virginal. Por lo demás, el Espíritu Santo, que había inspirado en María la opción de la virginidad con miras al misterio de la Encarnación y quería que ésta acaeciese en un contexto familiar idóneo para el crecimiento del Niño, pudo muy bien suscitar también en José el ideal de la virginidad.
El ángel del Señor, apareciéndosele en sueños, le dice: “José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo” (Mt. 1, 20). De esta forma recibe la confirmación de estar llamado a vivir de modo totalmente especial el camino del matrimonio. A través de la comunión virginal con la mujer predestinada para dar a luz a Jesús, Dios lo llama a cooperar en la realización de su designio de salvación.
El tipo de matrimonio hacia el que el Espíritu Santo orienta a María y a José es comprensible sólo en el contexto del plan salvífico y en el ámbito de una elevada espiritualidad. La realización concreta del misterio de la Encarnación exigía un nacimiento virginal que pusiese de relieve la filiación divina y, al mismo tiempo, una familia que pudiese asegurar el desarrollo normal de la personalidad del Niño.
José y María, precisamente en vista de su contribución al misterio de la Encarnación del Verbo, recibieron la gracia de vivir juntos el carisma de la virginidad y el don del matrimonio. La comunión de amor virginal de María y José, aun constituyendo un caso especialísimo, vinculado a la realización concreta del misterio de la Encarnación, sin embargo fue un verdadero matrimonio (cf. exhortación apostólica Redemptoris custos, 7).
La dificultad de acercarse al misterio sublime de su comunión esponsal ha inducido a algunos, ya desde el siglo II, a atribuir a José una edad avanzada y a considerarlo el custodio de María, más que su esposo. Es el caso de suponer, en cambio, que no fuese entonces un hombre anciano, sino que su perfección interior, fruto de la gracia, lo llevase a vivir con afecto virginal la relación esponsal con María.
3. La cooperación de José en el misterio de la Encarnación comprende también el ejercicio del papel paterno respecto de Jesús. Dicha función le es reconocida por el ángel que, apareciéndosele en sueños le invita a poner el nombre al Niño: “Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt. 1, 21).
Aun excluyendo la generación física, la paternidad de José fue una paternidad real, no aparente. Distinguiendo entre padre y progenitor, una antigua monografía sobre la virginidad de María -el De Margarita (siglo IV)- afirma que “los compromisos adquiridos por la Virgen y José como esposos hicieron que él pudiese ser llamado con este nombre (padre); un padre, sin embargo, que no ha engendrado". José, pues, ejerció en relación con Jesús la función de padre, gozando de una autoridad a la que el Redentor libremente se “sometió” (Lc. 2, 51), contribuyendo a su educación y transmitiéndole el oficio de carpintero.
Los cristianos han reconocido siempre en José a aquel que vivió una comunión íntima con María y Jesús, deduciendo que también en la muerte gozó de su presencia consoladora y afectuosa. De esta constante tradición cristiana se ha desarrollado en muchos lugares una especial devoción a la santa Familia y en ella a san José. Custodio del Redentor. El Papa León XIII, como es sabido, le encomendó el patrocinio de toda la Iglesia.
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