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25 de marzo de 2022 - 12:42 PM | ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN 25 de marzo de 2022 5:45 pm

POR ALMUDENA MARTÍNEZ-BORDIÚ | ACI Prensa

 

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El Papa Francisco ha consagrado este 25 de marzo a Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María, en un acto histórico que ha repetido el Cardenal Konrad Krajewski en el Santuario de Fátima (Portugal) y al que se han sumado los religiosos y fieles de los cinco continentes.

 

El acto, que ocurre un mes después de la invasión rusa a Ucrania, ha tenido lugar en el marco de la celebración penitencial “24 horas para el señor” que ha comenzado a las 5:00 p.m (hora de Roma), una iniciativa de Cuaresma en la que el Pontífice también se ha confesado.  

 

A las 6:30 p.m, el Santo Padre ha pedido la intercesión de la Virgen María por la paz y consagrado al mundo entero y en especial a Rusia y Ucrania a su Inmaculado Corazón ante la presencia de 2.000 personas.

 

De esta manera, el Santo Padre acoge la solicitud que el 2 de marzo le hicieron los obispos católicos de rito latino de Ucrania, de consagrar públicamente ambos países.

 

Además, el Papa Francisco escribió una carta dirigida a los obispos para explicar la importancia de este acto y recordar que “la Iglesia, en esta hora oscura, está fuertemente llamada a interceder ante el Príncipe de la paz y a estar cerca de cuantos sufren en carne propia las consecuencias del conflicto”.

 

Como se sabe, la consagración específica de Rusia también se llevó a cabo siguiendo el pedido de la Virgen María a los tres pastorcitos de Fátima en 1917.

 

“Vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la Comunión reparadora de los Primeros Sábados. Si se atienden mis deseos, Rusia se convertirá y habrá paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia”, fueron las palabras de la Virgen en Fátima. 

 

Esta petición de la Virgen María se hizo realidad el 25 de marzo de 1984, Solemnidad de la Anunciación del Señor, cuando San Juan Pablo II consagró Rusia a su Inmaculado Corazón. Un hecho confirmado por Sor Lucía, una de las videntes de Fátima.

 

Y hoy, exactamente 38 años después, frente a la devastadora guerra que ha golpeado el este de Europa, el Papa Francisco ha vuelto a consagrar este país, junto con Ucrania, al Inmaculado Corazón de María. 

 

Una guerra atroz

 

En la homilía de la ceremonia penitencial celebrada en la Basílica de San Pedro este 25 de marzo, Solemnidad de la Anunciación del Señor, el Santo Padre posó su mirada sobre la guerra en Ucrania, “en estos días siguen entrando en nuestras casas noticias e imágenes de muerte, mientras las bombas destruyen las casas de tantos de nuestros hermanos y hermanas ucranianos indefensos”. 

 

“La guerra atroz que se ha abatido sobre muchos y hace sufrir a todos, provoca en cada uno miedo y aflicción”, lamentó el Papa. 

 

Asimismo, aseguró que “nosotros solos no logramos resolver las contradicciones de la historia, y ni siquiera las de nuestro corazón. Necesitamos la fuerza sabia y apacible de Dios, que es el Espíritu Santo. Necesitamos el Espíritu de amor que disuelve el odio, apaga el rencor, extingue la avidez y nos despierta de la indiferencia”. 

 

“Es necesario obtener del perdón de Dios la fuerza del amor, ese mismo Espíritu que descendió sobre María”, subrayó el Papa.  

 

A continuación, explicó que “si queremos que el mundo cambie, primero debe cambiar nuestro corazón. Para que esto suceda, dejemos hoy que la Virgen nos tome de la mano”. 

 

“Contemplemos su Corazón Inmaculado, donde Dios se reclinó, el único Corazón de criatura humana sin sombras. Ella es la ‘llena de gracia; (v. 28) y, por tanto, vacía de pecado; en ella no hay rastro del mal y por eso Dios pudo iniciar con ella una nueva historia de salvación y de paz. Fue allí donde la historia dio un giro”, defendió el Papa.  

 

Asimismo, explicó que “Dios cambió la historia llamando a la puerta del Corazón de María. Y hoy también nosotros, renovados por el perdón de Dios, llamemos a la puerta de ese Corazón”. 

 

“En unión con los obispos y los fieles del mundo, deseo solemnemente llevar al Corazón Inmaculado de María todo lo que estamos viviendo; renovar a ella la consagración de la Iglesia y de la humanidad entera y consagrarle, de modo particular, el pueblo ucraniano y el pueblo ruso, que con afecto filial la veneran como Madre”. 

 

“No se trata de una fórmula mágica” 

 

Al mismo tiempo, el Papa aseguró que “no se trata de una fórmula mágica, sino de un acto espiritual. Es el gesto de la plena confianza de los hijos que, en la tribulación de esta guerra cruel e insensata que amenaza al mundo, recurren a la Madre, depositando en su Corazón el miedo y el dolor, y entregándose totalmente a ella”. 

 

“Es colocar en ese Corazón limpio, inmaculado, donde Dios se refleja, los bienes preciosos de la fraternidad y de la paz, todo lo que tenemos y todo lo que somos, para que sea ella, la Madre que nos ha dado el Señor, la que nos proteja y nos cuide”, dijo el Santo Padre. 

 

Por último, el Papa aseguró que “los labios de María pronunciaron la frase más bella que el ángel pudiera llevar a Dios: ‘Que se haga en mí lo que tú dices’ (v. 38)” y destacó que “la aceptación de María no es pasiva ni resignada, sino el vivo deseo de adherir a Dios, que tiene ‘planes de paz y no de desgracia’ (Jr 29,11).  

 

“Es la participación más íntima en su proyecto de paz para el mundo. Nos consagramos a María para entrar en este plan, para ponernos a la plena disposición de los proyectos de Dios”, aseguró

 

“La Madre de Dios, después de haber pronunciado el sí, afrontó un largo y tortuoso viaje hacia una región montañosa para visitar a su prima encinta (cf. Lc 1,39). Que Ella tome hoy nuestro camino en sus manos; que lo guíe, a través de los senderos escarpados y fatigosos de la fraternidad y el diálogo, por el camino de la paz”, concluyó el Santo Padre.

 

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Por: P. Javier Olivera Ravasi

 

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Cada cierto tiempo, diversos medios de comunicación ayudan a resurgir la falacia de antaño según la cual, la Iglesia ha estado de acuerdo en tiempos pasados, con la esclavitud:

 

- “La Iglesia hace algunos siglos aceptaba pacíficamente la esclavitud y cambió de idea porque hubo una evolución en la doctrina y eso sigue pasando (…). Si repetimos lo que dijimos siempre, la Iglesia no crece” [1].

 

- “La Iglesia… convivió durante siglos con el escándalo de la esclavitud sin advertir su sustancial incoherencia” [2].

 

- “Así como la Iglesia cambió de doctrina sobre la esclavitud, así también deberá hacerlo ahora con los homosexuales” [3].

 

Las acusaciones, valga aclararlo, son por completo infundadas; veamos algunos botones de muestra [4] sabiendo que el tema da para muchísimo más [5].

 

 I.-

 

 El texto paulino que sirve como capitel completo dice: “En Cristo… ya no hay judío ni griego, ni libre ni esclavo, ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús (Gálatas, 3, 27/28). 

 

El mismo San Pablo explica su posición respecto a la esclavitud, en un texto explícito, la epístola a su amigo Filemón, con motivo de la liberación del esclavo Onésimo, convertido al cristianismo cuando ambos compartían la prisión,:  aunque por causas diversas: el apóstol por su fe y el esclavo por hurto en perjuicio de Filemón. 

 

San Pablo remite el esclavo al amo, pero lo hace portador de la carta en la cual dice a Filemón: “aunque tendría plena libertad en Cristo para ordenarte lo que es justo, prefiero apelar a tu caridad… te suplico por mi hijo a quien entre cadenas engendré, por Onésimo…que te remito… Tal vez se te apartó por un momento, para que siempre le tuvieras, no ya como siervo sino como hermano amado, muy amado para mí, pero mucho más para ti, según la ley humana y según el Señor… acógele como a mí mismo. Si en algo te ofendió o algo te debe, ponlo en mi cuenta, yo Pablo, te lo pagaré” (10/19). 

 

Como comentan Eloíno Nácar Fuster y Alberto Colunga O. P., esta epístola “tiene especial interés por referirse al grave problema de la esclavitud. La vida económica y social antigua se apoyaba en la servidumbre… San Pablo exhorta a los siervos a obedecer a sus amos y a éstos a tratarlos con caridad (Efesios, 6, 5/9). No se cree llamado a cambiar el estado de aquellos infelices sino predicando a todos que son libres en Cristo, iguales ante el Padre Celestial y hermanos en Jesucristo, (I Corintios, 7, 21/23). 

 

|

 

San Pablo es un gran apóstol. Saca el tema de la esclavitud del ámbito jurídico y lo coloca en la órbita de la caridad. No lanza contra la esclavitud un grito estéril sino que erosiona sus fundamentos. Como señala el destacado teólogo protestante Emil Brunner, “la institución de la esclavitud se disuelve desde dentro hacia afuera, y se sustituye por el orden de la comunidad de amor, sin la interferencia del orden mundanal… los cristianos tenían algo mucho más importante que hacer que protestar contra algo que no podían modificar y que una lucha abierta contra esa injusticia en aquella situación no habría conseguido suprimirla, antes bien, por el contrario, habría provocado un aumento de dicha injusticia” (“La justicia”, Universidad Nacional Autónoma de México, ps. 134/135). Entonces, ¿dónde está la evolución de la doctrina?

 

II.- 

 

Señalemos algunos hitos en la historia de la Iglesia para defenderla.

 

Después de los tiempos apostólicos, la Patrística se ocupa del tema y así Lactancio afirma: “para nosotros no hay siervos sino que a éstos los consideramos y llamamos hermanos en el espíritu”; San Gregorio Nacianceno declara incompatible a la esclavitud con el cristianismo, el Papa Calixto, contra las leyes romanas, autoriza el matrimonio de libres con esclavos o libertos; San Ambrosio vende los vasos sagrados para liberar esclavos; San Clemente Romano exalta el ejemplo de los cristianos heroicos que se sometieron a esclavitud para liberar a otros cuya fe y costumbres estaban en peligro. 

 

Constantino prohíbe marcar en la cara a los esclavos, crucificarlos, declara culpable de homicidio al amo que mate a algún esclavo; Justiniano castiga el rapto de una mujer esclava con la misma pena que el de la libre, permite a los senadores esposar esclavas y prohíbe separar del suelo a los esclavos. 

 

Con todo esto, preguntamos a quienes afirman con ignorancia… ¿la Iglesia no tuvo nada que ver? 

 

En la Edad Media observamos una evolución saludable de la esclavitud que se transforma en servidumbre. San Gregorio Magno establece normas muy concretas sobre el buen tratamiento de los siervos. 

 

San Pedro Nolasco funda en 1218 la Orden de la Merced para rescatar a quienes eran cautivos o esclavos de los musulmanes, intercambiando los frailes muchas veces su propia vida por la de aquéllos; hoy la Orden mantiene su carisma ante nuevas realidades agraviantes de la dignidad humana que se presentan.  

 

En la Edad Moderna reaparece la esclavitud en el siglo XV con la trata de negros. La Iglesia interviene y en 1462 el Papa Pío II la califica como un “gran crimen”. Paulo III en 1537 excomulga a quienes redujesen a los indios a esclavitud. En 1608 llega a las Indias San Pedro Claver, apóstol cristiano entre los negros, quien bautizó, según su propia confesión, a 300.000 de ellos. Como escribe el padre Alonso de Sandoval: “Hay que ver la alegría que sienten después de haberse bautizado… No son bestias”.  

 

El Papa  Gregorio XVI en 1837 publica una encíclica exhortando a los obispos del Brasil a que utilicen todos los medios para acabar con una situación tan lamentable y anticristiana; fue poco eficaz, porque medio siglo después, el 5 de mayo de 1888 León XIII se queja de la situación en su Epístola a los obispos del Brasil sobre la esclavitud. 

 

¿Dónde está entonces “la aceptación pacífica de la Iglesia?” ¿Dónde está “la convivencia de siglos” con el escándalo de la esclavitud?

 

Que no te la cuenten…

 

P. Javier Olivera Ravasi, IVE

 

NOTAS

 

[1] Palabras de Mons. Víctor Manuel Fernández, rector de la Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires (Diario La Nación, 9/10/2014:http://www.lanacion.com.ar/1734012-si-repetimos-lo-que-dijimos-siempre-la-iglesia-no-crece). 

[2] José María Poirier, director de la revista “Criterio”, en artículo titulado “Un encuentro abierto a temas complejos” (cfr. La Nación, 19/10/2014:http://www.lanacion.com.ar/1736784-un-encuentro-abierto-a-temas-complejos).

[3] Palabras de Mons. John Ha Tiong Hock, cardenal y presidente de la Conferencia Episcopal de Malasia, Singapur y Brunei, en el Sínodo. (Sandro Magister, 22/10/2014, www.chiesa. expressonline.it).

[4] Puede el tema con mayor profundidad en la Enciclopedia Católica (http://ec.aciprensa.com/wiki/Esclavitud_y_cristianismo).

[5] Resumimos y extractamos aquí los argumentos de la “Declaración del Instituto de Filosofía Práctica” de Buenos Aires, del 27/10/2014, firmada por los Dres. Bernardino Montejano y Enrique Roulet. 

 

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Por: Mons. Francisco Javier Stegmeier

 

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Hermanos en Jesucristo:

 

El 21 de enero de 2021 el Papa Francisco reconoció como venerable a Jérôme Lejeune por “haber vivido las virtudes de manera heroica”. En el actual debate acerca de ampliar el crimen abominable del aborto (ver Concilio Vaticano II, Constitución Pastoral Gaudium et spes, 51) este gran científico y padre de la genética moderna ilumina desde la ciencia la verdad del embrión y del feto humanos.

 

Jérôme Lejeune nació el 13 de junio de 1926 en Francia. Siendo un joven científico descubre la primera anomalía cromosómica: el síndrome de Down. Este solo hecho le habría valido recibir el premio Nobel.

 

Pero, como dijo un luterano, el científico Pierre Chaunu cuando supo de su muerte, “más impresionantes y más honrosos aún que los títulos que recibió son aquellos de los que fue privado en castigo a su rechazo de los horrores contemporáneos. No podía soportar la matanza de los inocentes. El aborto le causaba horror. Creía, antes incluso de tener la prueba irrefutable, que un embrión humano es ya un hombre, y que su eliminación es un homicidio; que esta libertad que se toma el fuerte sobre el débil amenaza la supervivencia de la especie y, lo que es más grave aún, de su alma. Era un sabio inmenso, más aún un médico, un médico cristiano y un santo”.

 

La legalización del homicidio del aborto solo puede ser defendida a base de mentiras y engaños, falsificando encuestas y recurriendo a espurios estudios científicos.

 

Es aberrante afirmar que quien ha sido engendrado en el vientre de la madre no es niño ni niña, no es hijo ni hija, no es guagua ni es persona humana. Hemos escuchado decir recientemente que solo se comienza a ser persona en el momento de nacer. La consecuencia de esta afirmación es obvia: lo que se quiere es legalizar el aborto libre, sin causales, hasta los nueve meses de gestación.

 

Cualquier madre y padre sabe que esto no es así. La madre sabe que quien crece en ella es alguien, es su hijo. Basta con ingresar a internet y ver la imagen de un niño en gestación para darse cuenta de que se está ante una persona.

 

Cuando se escucha a los promotores del aborto, es casi imposible no pensar en estas palabras de Jesús: “Ustedes son de su padre el diablo y quieren cumplir los deseos de su padre. Este era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él; cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira” (Jn 8,44).

 

Jérôme Lejeune no recibió el premio Nobel ni los honores del mundo, pero a cambio de su fidelidad a la verdad y a la fe recibió lo único que vale realmente la pena: el premio de la vida eterna.

 

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