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Por: Dante A. Urbina

 

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William Lane Craig es, definitivamente, el filósofo cristiano más conocido de la actualidad. Y esto no solo por su gran trabajo académico e intelectual (filósofos como Peter Kreft, Edward Feser, Alvin Platinga y Richard Swiburne son, como mínimo, de una talla académica e intelectual comparable a la de él) sino principalmente por sus muy numerosos debates públicos con ateos. En ese contexto, por supuesto, se trata de alguien muy querido y apreciado entre los apologistas cristianos, siendo muchos los que admiramos su trabajo – yo mismo le hago una muy positiva reseña biográfica en el apéndice “Siete filósofos: Su encuentro con Dios” de mi libro ¿Dios existe?: El libro que todo creyente deberá (y todo ateo temerá) leer (1).

 

Sin embargo, la admiración nunca debe convertirse en ceguera ¡y menos en el ámbito filosófico! De este modo, si se hallan en los planteamientos de Craig cuestiones dudosas o demostrablemente erróneas, esto debe ser señalado. ¡He allí lo que constituye la honestidad intelectual! No porque un filósofo coincida con la cosmovisión de uno (en este caso el teísmo), deben tomarse acríticamente todos y cada uno de sus planteamientos. No debe sorprender, por tanto, que pueda haber genuino debate intelectual entre filósofos cristianos. De hecho, ¡el propio Craig ha criticado a Santo Tomás de Aquino, por ejemplo, en la ronda de preguntas de su debate contra Sean Carroll (2)! Entonces, no debe resultar raro que un tomista como yo pueda expresar críticas sobre ciertos planteamientos filosóficos suyos como ya lo he hecho, por ejemplo, en algunas partes del capítulo 1 de mi mencionado libro. De ahí que ciertos ateos que desdeñan este último -junto con mis debates- como un mero “calco de Craig”, solo demuestran con ello una descomunal ignorancia respecto de la filosofía cuando no una evidente falta de comprensión de lectura.

 

Pues bien, entrando en materia, el punto a discutir aquí es una tesis particular en que Craig contradice no solo al teísmo tomista sino al teísmo clásico en general: su comprensión sobre la relación entre Dios y el tiempo. Mientras que en el teísmo clásico se ha sostenido que Dios es siempre y necesariamente atemporal o trascendente al tiempo (en mi libro he explicado claramente cómo la eternidad no debe asociarse a un “tiempo infinito” sino a una plenitud simultánea), Craig sostiene lo que podría llamarse tesis del “Dios híbrido” (2) en el sentido de que Dios sería atemporal sin el universo pero pasaría a estar en el tiempo a partir de la creación del mismo. ¿No se cree que Craig sostenga esto? Pues citemos sus propias palabras en su obra más famosa, Fe Razonable:

 

“En la visión que yo he defendido ampliamente (…), Dios puede ser concebido existiendo atemporalmente –o en un tiempo indiferenciado- sin el universo y en el tiempo desde el momento de la creación (…) en virtud de su relación causal con el universo temporal” (4). Y por si quedan dudas de que él sostiene eso, se puede comprobar con todo detalle en su libro Tiempo y Eternidad (5) y en su ensayo académico “Atemporalidad y Omnitemporalidad” (6).

 

Pasemos, entonces, al análisis crítico. El principal argumento de Craig a favor de su visión a este respecto es que Dios deviene en temporal por cuanto al crear un universo temporal se adiciona a Él una relación temporal real: “De este modo, incluso si no es el caso de que Dios es temporal antes de su creación del mundo, Él experimenta un cambio extrínseco al momento de la creación que lo introduce en el tiempo en virtud de su relación real con el mundo” (7). Craig esquematiza su argumento como sigue (8):

 

1. Dios es creativamente activo en el mundo temporal.

2. Si Dios es creativamente activo en el mundo temporal, Dios se relaciona realmente con el mundo temporal.

3. Si Dios está realmente relacionado al mundo temporal, Dios es temporal.

4. Por tanto, Dios es temporal.

 

Las premisas 1 y 2 no resultan problemáticas supuesto que se entiende la dirección de la relación real: de la creación respecto del Creador (es la creación la que depende ontológicamente del Creador y no viceversa). El problema está con la premisa 3 pues implica una falacia non sequitur: de que haya una relación entre Dios y el mundo temporal no se sigue necesariamente que Él es temporal. Dios también se relaciona con los pecadores, pero de ello no se sigue que sea pecador. O, para poner una analogía más directa, hay una relación entre Dios y el mundo material pero no por ello decimos que Él debe ser material a partir de esa relación.

 

“Ah, pero de todas maneras Dios debe existir en el tiempo a partir de la creación por cuanto en la creación se da una sucesión temporal y, por tanto, cualquier relación requerirá también de sucesión temporal”, se objetará. Sin embargo, nuevamente se trata de una falacia non sequitur. Para que se establezca una relación la condición necesaria es cierta instancia de conmensurabilidad entre las partes. Pero esa instancia no tiene por qué ser el tiempo sino que es más coherente plantear que se trata del ser. Dios y la creación tienen en común que son. Por tanto, ya allí tenemos una instancia de conmensurabilidad en que puede darse la relación entre un Dios atemporal y una creación temporal (y por la misma vía se resuelve el dilema de la relación entre un Dios inmaterial y una creación material). Ergo, no es forzoso que Dios tenga que volverse temporal para que haya relación con la creación y, en consecuencia, el argumento de Craig deviene en inconclusivo.

 

¿Pero acaso Dios no realiza acciones que lo implican como existiendo dentro del tiempo tales como hacer milagros o responder oraciones? Sí, realiza esas acciones, pero ello no prueba que necesariamente deba estar “dentro del tiempo”. La aplicación y efectos de esas acciones se dan en el tiempo respecto de las criaturas pero no tienen por qué implicar la temporalidad de Dios ya que es perfectamente racional sostener que todas esas acciones existen simultánea y plenamente en Dios desde su acto puro eterno. Dios en su eternidad perfecta ya conoce y ha dispuesto su acción simultáneamente respecto de los milagros, oraciones y demás. Así que en este punto en lugar de seguir a Craig prefiero seguir al gran San Agustín quien dice que Dios es el “eterno creador de todos los tiempos” (9) que no puede estar de ningún modo con el tiempo pues Él es permanente e inmutable y el tiempo, en cambio, “si permaneciese, no sería tiempo” (10). Por tanto, como enseña Santo Tomás de Aquino, “si a Dios se aplican verbos en distintos tiempos, es porque la eternidad incluye todos los tiempos, y no porque Dios sufra mudanzas de presente, pasado o futuro” (11). Además, no contando nosotros directamente con una “gramática teológica atemporal”, ha de aceptarse que este modo de hablar se debe a limitaciones de lenguaje y no a limitaciones de Dios.

 

Asimismo, hay que decir claramente que Dios es absolutamente Subsistente en sí y no puede ponérsele como adquiriendo con la creación algo que antes no tenía. Así que no hay un “antes” en el ser de Dios en que carezca de relaciones con la creación y un “después” en que las adquiera. Él no pasa de no ser Creador a serlo en función de un “momento” de creación, sino que ya en su atemporalidad eterna se incluye el efecto de un mundo creado temporal. Como ha dicho Olsson en su interesante tesis Atemporalmente Presente, Compasivamente Impasible: Una Defensa de Dos Atributos Divinos Clásico: “Dios mantiene una relación con la creación como su Creador. Pero Él no ´llega a ser´ si por ´llegar a ser´ uno entiende que un anterior intervalo ´sin creación´ de su Vida se conecta por la vía de una relación ´y entonces´ a un posterior intervalo ´con creación´” (12). Es respecto de la creación que transcurre el tiempo, no respecto del Creador.

 

Pero sucede que Craig está demasiado comprometido con la teoría A del tiempo -de acuerdo con la cual hay una sucesión objetiva de eventos en términos de pasado, presente y futuro- siendo fuertemente crítico respecto de la teoría B del tiempo – de acuerdo con la cual la sucesión temporal solo es subjetiva, siendo todos los eventos coexistentes (13). Ahora bien, yo tiendo a estar de acuerdo con la teoría A del tiempo que defiende Craig. Pero eso entendiendo que el tiempo es algo que solo aplica a lo creado, no tengo por qué meter a Dios en ese mismo esquema: el tiempo es una dimensión física y Dios no es un objeto físico. De este modo, dada la diferencia de categoría entre Dios y lo creado, es perfectamente factible que lo que en la creación aparece en términos de sucesión objetiva conforme a la teoría A del tiempo, aparezca en la “mente de Dios” simultáneamente, como de modo análogo a lo planteado por la teoría B.

 

No obstante, Craig puede insistir en negar la absoluta atemporalidad de Dios trayendo a colación los llamados “tensed facts”, es decir, eventos que, conforme a la teoría A, se dan en un esquema de sucesión temporal objetiva debiendo ser conocidos como tales en la mente de Dios. De este modo, trae a discusión el razonamiento siguiente:

 

1. Dios es atemporal.

2. Dios es omnisciente.

3. Un mundo temporal existe.

4. Si un mundo temporal existe, entonces, si Dios es omnisciente, Él conoce los “eventos temporales” (tensed facts).

5. Si Dios es atemporal, Él no conoce los “eventos temporales” (tensed facts).

 

A continuación comenta Craig: “Dado que (2) es esencial para el teísmo y (3) es evidentemente verdad, (1) debe ser falso” (14). Le respondo a Craig:

 

“Disculpe, pero dado que (1) es cierto, es (5) el que es falso”. Y es que el supuesto previo de Craig es que “desde que los tensed facts pueden ser conocidos solamente por un ser temporal, Dios debe por tanto ser temporal” (15). Pero ello no es necesariamente cierto pues es perfectamente factible que Dios conozca atemporalmente la realidad de los sucesos temporales sin quitar su cualidad de tales ni en la realidad creada ni en el intelecto divino. Como dice pertinentemente el gran apologista católico Dave Armstrong: “En la verdadera eternidad (la perspectiva de Dios) no hay ´antes´ ni ´después´. De que el pensamiento divino experimente y conozca todas las cosas fuera del tiempo, como ´ahora´, no se sigue que las cosas mismas estén fuera del tiempo. Dios me vería, por ejemplo, escribiendo estas mismas palabras. Para Él esto es ´ahora´, está presente para Él antes que suceda (…) Pero el hecho de que Él lo experimente en un ´ahora´ no significa que eso en sí mismo es un evento atemporal. Ocurrió en tiempo terrestre” (16). Para ponerlo con otra analogía: para que Shakespeare conozca los distintos sucesos que se dan en su obra de Romeo y Julieta, ¿los tiene que conocer necesariamente desde el mismo “esquema de tiempo” de la obra? No. Shakespeare está en un esquema trascedente al de la obra y puede conocer realmente el trascurso de la misma sin necesidad de “meterse en la historia”. Pues bien, es perfectamente coherente decir algo análogo sobre Dios.

 

Finalmente, hay que señalar que, al parecer, Craig cae en un doble estándar. En efecto, cuando se trata de los “contingentes futuros”, Craig simplemente afirma que Dios puede conocerlos en virtud de su omnisciencia sin entrar a problematizar cuestiones como si Dios debe transformarse en un (o entrar en un esquema de) “contingente futuro” para ello. Él escribe: “Como ser perfecto, el ser más grande concebible, Dios simplemente posee esencialmente conocimiento de (…) todas las verdades; las proposiciones contingentes futuras están entre las verdades que hay; por tanto Dios posee conocimiento esencial de los contingentes futuros” (17). Perfecto. Muy bien. Aquí Craig dice que Dios, “como ser perfecto, (…) simplemente posee esencialmente conocimiento (…) de los contingentes futuros” sin problematizar la atemporalidad, ¿pero por qué no aplica lo mismo a los “tensed facts”? Se ve, pues, que la postura de Craig resulta arbitrariamente selectiva. En todo caso, independientemente de esto, queda claro que su tesis del “Dios híbrido” (atemporal sin la creación, temporal con la creación) es inconclusiva mostrándose como más sólida la postura del teísmo tomista (afirmar la plena atemporalidad de Dios).

 

Referencias:

1. Dante A. Urbina, ¿Dios existe?: El libro que todo creyente deberá (y todo ateo temerá) leer, Ed. CreateSpace, Charleston, 2016, pp. 230-234. (https://danteaurbina.com/dios-existe-el-libro-que-todo-creyente-debera-y-todo-ateo-temera-leer/)

2. William Lane Craig vs. Sean Carroll, “God and Cosmology”, Greer Heard Forum (New Orleans – USA), 21 de febrero del 2014.

3. Cfr. Philip Olsson, Timelessly Present, Compassionately Impassible: A Defense Of Two Classical Divine Attributes, Claremont Graduate University Theses & Dissertations, Paper 38, 2012, pp. 24-25.

4. William Lane Craig, Reasonable Faith, Ed. Crossway Books, Weathon, 2008, p. 156.

5. William Lane Craig, Time and Eternity, Ed. Crossway Books, Wheaton, 2001.

6. William Lane Craig, “Timelessness and Omnitemporality”, en: Gregory Ganssle ed., God and Time: Four Views, IV Press, Downers Grove, 2001.

7. William Lane Craig, “Timelessness and Omnitemporality”, en: Gregory Ganssle ed., God and Time: Four Views, op. cit., p. 141.

8. William Lane Craig, Ibídem, p. 141.

9. San Agustín, Confesiones, Lib. XI, cap. 30.

10. San Agustín, Confesiones, Lib. XI, cap. 14, n. 1.

11. Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, Ia, q. 10, art. 2, sol. 4.

12. Philip Olsson, Timelessly Present, Compassionately Impassible: A Defense of Two Classical Divine Attributes, Claremont Graduate University Theses & Dissertations, Paper 38, 2012, p. 290.

13. William Lane Craig and James Sinclair, “The Kalam Cosmological Argument”, in: William Lane Craig and J. P. Moreland eds., The Blackwell Companion to Natural Theology, Blackwell Publishing, 2009, p. 114.

14. William Lane Craig, “Omniscience, tensed facts, and divine eternity”, Faith and Philosophy, nº 17, 2000, pp. 225–241.

15. William Lane Craig, “Omniscience, tensed facts, and divine eternity”, Faith and Philosophy, nº 17, 2000, pp. 225–241.

16. Dave Armstrong, Theology of God, Lulu Press, 2012, ch. 8.

17. William Lane Craig, What Does God Know? Reconciling Divine Foreknowledge and Human Freedom, Ed. RZIM, Norcros, 2002, p. 40.

 

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