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Por: José Miguel Arráiz
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Si alguna vez se han encontrado con alguien que les ha dicho que el bautismo en nombre de la Santísima Trinidad es inválido, y que la forma correcta de hacerlo es en el nombre de Jesús solamente, se han encontrado con alguien de tendencia unitaria (Iglesia Pentecostal Unida, Iglesia Pentecostal del Nombre de Jesús, etc., y son conocidos coloquialmente dentro del mundo protestante como los “Sólo Jesús”). Esta denominación protestante ha adoptado una herejía antigua (modalismo) en sus distintas personificaciones (sabelianismo, unitarismo) en la cual se cree que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son la misma persona divina que se manifiesta de formas distintas.
En esta entrega me limitaré a analizar sus objeciones respecto a la fórmula bautismal y la problemática bíblica, patrística e histórica relacionada.
Forma de bautizar según la Biblia
Los textos bíblicos en donde se habla del bautismo son los siguientes:
“Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mateo 28,19)
“Pedro les contestó: «Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2,38)
“Y mandó que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo. Entonces le pidieron que se quedase algunos días.” (Hechos 10,48)
“pues todavía no había descendido sobre ninguno de ellos; únicamente habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús.” (Hechos 8,16)
“Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.” (Hechos 19,5)
Como puede observarse en el primer texto (Mateo 28,19) vemos a Jesús mismo ordenar a sus discípulos bautizar en nombre de la Santísima Trinidad: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, pero en otros textos del libro de los Hechos de los Apóstoles se dice que los discípulos bautizaban “en nombre del Señor Jesús”.
Dejaré hasta aquí las citas bíblicas, porque aunque los partidarios del unitarismo citan de manera abundantísima otros textos para intentar apoyar su tesis (Mateo 1,21; 12,21; Lucas 24,47; Juan 1,12; 20,31; Hechos 4,12; 8:12.16; 10:43; 15,17; 22:16; 1 Corintios 1:13) estos son realmente irrelevantes, pues analizados en su contexto se puede ver que no se refieren a la fórmula bautismal sino a la importancia del nombre de Jesús en la evangelización.
Ahora bien, resolver el problema es algo más complejo que simplemente sumar los textos de uno y otro sentido e irse por la mayoría, cosa que valdrá para algunos pero no para nosotros. Es natural sin embargo preguntarse si realmente hay una contradicción en esos textos o cuál es la fórmula correcta. Ante esta aparente contradicción se han intentado varias soluciones, a saber:
SOLUCION 1: Mateo 28,19 es una interpolación en el texto bíblico
Esta solución sería la más simple para los unitarios, y consistiría en alegar que las palabras “Bautícenlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” que encontramos actualmente en el evangelio de Mateo no son parte del texto original, sino una corrupción tardía insertada por alguna mano “piadosa” en busca de apoyo a la doctrina de la Trinidad. De ser así bastaría con tachar de todas las Biblias las palabras de Jesús en el citado texto y problema resuelto (por lo menos para ellos).
Quienes han intentado recorrer este camino buscan apoyo en los escritos de Eusebio de Cesárea, notable historiador de la Iglesia del siglo IV, notando que antes del Concilio de Nicea (año 325) citaba Mateo 28,19 escribiendo “Haced discípulos a todas las gentes, bautizándolos en mi nombre” y posteriormente comenzó a citar el texto como lo conocemos hoy. Esta sería para ellos la “prueba” de que el texto fue interpolado, pero más que demostrar algo ya sabido, que en la antigüedad se solía citar la Escritura de forma no textual, pesa muy poco con respecto a la evidencia documental ya que la totalidad de manuscritos bíblicos existentes (incluyendo los más antiguos) se lee la fórmula completa: “…bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.
Evidencia patrística
Además de esto está el hecho de los escritores cristianos primitivos más antiguos y muy anteriores a Eusebio también citaron Mateo 28,19 y lo hicieron utilizando la formula Trinitaria. Podríamos mencionar entre ellos:
La Didaché (años 65-80 d.C.)
“Acerca del bautismo, bautizad de esta manera: Dichas con anterioridad todas estas cosas, bautizad en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo en agua viva [corriente]. Si no tienes agua viva, bautiza con otra agua; si no puedes hacerlo con agua fría, hazlo con caliente. Si no tuvieres una ni otra, derrama agua en la cabeza tres veces en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Antes del bautismo, ayunen el bautizante y el bautizando y algunos otros que puedan. Al bautizando, empero, le mandarás ayunar uno o dos días antes.”[1]
San Justino Martir (años 100 – 168 d.C.)
“Luego los conducimos a sitio donde hay agua, y por el mismo modo de regeneración con que nosotros fuimos también regenerados son regenerados ellos, pues entonces toman en el agua el baño en el nombre de Dios, Padre y Soberano del universo, y de nuestro Salvador Jesucristo y del Espíritu Santo. Y es así que Cristo dijo: Si no volvieres a nacer, no entrareis en el reino de los cielos.”[2]
San Ireneo de Lyon (años 130 – 202 d.C.)
En su tratado contra las herejías escribió:
“Y así mismo, al dar a sus discípulos el poder de regenerar para Dios les decía “«Id y enseñad a todas las gentes, y bautizadlas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”[3]
Y en su Epideixis (o Explicación de la doctrina apostólica) escribió:
“Nuestro nuevo nacimiento, el bautismo, se hace con estos tres artículos, que nos conceden la gracia del nuevo nacimiento en Dios Padre, por medio de su Hijo, en el Espíritu Santo”[4]
Tertuliano (160 - 220 d.C.)
“Ahora bien, esta ley del bautismo ha sido impuesta, y su forma fue prescrita: «Id - dijo el Señor a los apóstoles- enseñad a todas las naciones, bautizadlas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo»”[5]
“Esto no quiere decir que es en el agua donde recibimos el Espíritu Santo, sino que, purificados por el agua, somos preparados por el ministerio del ángel a recibir el Espíritu. Aquí todavía la figura precede a la realidad, al igual que Juan fue el precursor del Señor preparando sus caminos, igualmente el Ángel que preside en el bautismo traza los caminos para la venida del Espíritu Santo, borrando los pecados por la fe en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Porque si toda palabra de Dios se apoya en tres testigos, con mucha mayor razón su don. En virtud de la bendición bautismal tenemos como testigos de la fe a los mismos que son garantes de la salvación. Y esta trilogía de nombres divinos es más que suficiente para fundar nuestra esperanza. Y puesto que el testimonio de la fe y la garantía de la salvación tienen como fundamento las Tres Personas, necesariamente la mención de la Iglesia se encuentra incluida. Porque allí donde se encuentran los Tres: Padre, Hijo y Espíritu Santo, allí se encuentra la Iglesia que es el cuerpo de los Tres”[6]
Orígenes (185 - 254 d.C.)
“Así también el bautismo de agua, es símbolo de purificación del alma, que lava toda mancha de pecado, sin que por eso deje de ser principio y fuente de los dones divinos para aquél que se entrega a sí mismo al poder divino de las invocaciones de la Trinidad adorable”[7]
Tomando todo esto en cuenta, esta primera solución no resulta satisfactoria, pues tendrían que haber sido todos esos textos también interpolados, lo cual ni resulta creíble ni hay evidencia que lo sustente.
SOLUCION 2: En un comienzo sí se llegó a usar esa forma de bautizar de forma alternativa y era considerada válida siempre y cuando se profesara con fe Trinitaria.
A favor de esta solución han estado a favor algunos padres de la Iglesia e inclusive alguno que otro concilio local. Un antiguo autor que escribe contra San Cipriano sobre la reiteración del bautismo, sostiene que los que se han bautizado fuera de la Iglesia en el nombre de Jesucristo, no deben recibir nuevo bautismo, sino sólo la imposición de manos para que reciban el Espíritu Santo, y agrega que la fórmula en nombre de la Trinidad no es contraria a aquella donde sólo se bautiza en nombre de Jesús, porque aunque el uso común de la Iglesia sea el primero, la invocación del nombre de Jesús no debía pasar por inútil. Este escritor parece suponer que había algunos herejes que bautizaban en el nombre de Jesús solamente, y no quería que los hicieran rebautizar por el uso de esta fórmula incompleta[8].
De la misma opinión fue San Ambrosio[9], quien sostenía que aunque el bautismo íntegro y perfecto era aquel en el que se confesaba toda la Trinidad, el bautismo en nombre de Jesús era válido mientras no se negase ninguna de las divinas Personas y se confesase de corazón toda la Trinidad.
El Concilio de Frejus (año 791) se adhirió también esta opinión después de haberse hecho esta objeción: “¿Por qué Jesucristo manda bautizar en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, y los apóstoles solo mandan que se bautice en el nombre del Hijo? ¿Por ventura la verdad enseña una cosa, y los discípulos de la verdad otra? Dios nos preserve de tener semejante pensamiento. Mas los apóstoles supieron por revelación del Espíritu Santo, que el misterio de la Santísima Trinidad, que el Salvador les había descubierto en tres Personas, estaba también comprendido bajo el nombre de una sola…De este modo, los apóstoles nos dan a entender toda la Trinidad bajo el nombre de solo Jesucristo”.
El Papa Nicolas I (años 858-867) siguiendo a San Ambrosio llegó a confirmar este punto de vista al sostener que los herejes que se habían bautizado en nombre de la Trinidad o incluso solamente en el nombre de Jesús no debían rebautizarse:
“Preguntáis si los que han recibido el bautismo de uno que se fingía presbítero, son cristianos o tienen que ser nuevamente, bautizados. Si han sido bautizados en el nombre de la suma e indivisa Trinidad, son ciertamente cristianos y, sea quien fuere el cristiano que los hubiere bautizado, no conviene repetir el bautismo… El malo, administrando lo bueno, a sí mismo y no a los otros se amontona un cúmulo de males, y por esto es cierto que a quienes aquel griego bautizó no les alcanza daño alguno, por aquello: Este es el que bautiza es decir, Cristo; y también: Dios da el crecimiento; se entiende: «y no el hombre».”[10]
“Aseguráis que un judío, no sabéis si cristiano o pagano, ha bautizado a muchos en vuestra patria y consultáis qué haya que hacerse con ellos. Ciertamente, si han sido bautizados en el nombre de la santa Trinidad, o sólo en el nombre de Cristo, como leemos en los Hechos de los Apóstoles, pues es una sola y misma cosa, como expone San Ambrosio (De Spiritu Sancto 1, 3, 42 (PL 16, 714)), consta que no han de ser nuevamente bautizados”
El Concilio de Nirmes en el 1284 aceptó que el bautismo era válido si el que bautiza dice “Yo te bautizo en el nombre de Jesucristo”.
Inclusive Santo Tomás de Aquino sostuvo la opinión de que los apóstoles, en virtud de una particular revelación de Cristo, bautizaban bajo la invocación del nombre de «Cristo» (no del nombre de «Jesús»). Pero en la época post apostólica juzgó que era inválido el bautismo administrado bajo la invocación de Cristo, a no ser que un privilegio especial de Dios permita esta excepción[11]. La razón en que se fundó el santo doctor era la positiva ordenación de Cristo, claramente testimoniada en Mateo 28, 19.
Si bien todo esto puede demostrar que:
1) Hubo en la Iglesia quien creyó que en la Iglesia primitiva se llegó a bautizar en el nombre de Jesús solamente, aunque no rechazó que el bautismo en nombre de la Trinidad fuese la forma correcta y universal.
2) Hubo en la Iglesia quien aceptó que este bautismo en nombre de Jesús solamente podía considerarse válido cuando se hacía incluso entre los herejes, siempre y cuando se haya hecho profesando una fe trinitaria.
No demuestra que tuviesen razón, pues todo ellos parten de la suposición de que cuando en los Hechos de los Apóstoles se habla de bautizarse en nombre de Jesús se está refiriendo a la fórmula bautismal, lo cual como se verá no necesariamente es así.
SOLUCION 3: Los apóstoles siempre bautizaron en nombre de la Santísima Trinidad.
Los que se adhieren a esta solución, sostienen que lo más probable es que los apóstoles nunca hayan de hecho bautizado sólo en nombre de Jesús, sino como lo ordenó el Señor mismo, en el nombre de las Tres Divinas Personas. Los textos de los Hechos de los Apóstoles donde se habla de bautizarse en nombre de Jesús vendrían simplemente a hacer referencia de forma abreviada al bautismo instituido por Jesucristo, predicado en su nombre y establecido con su autoridad, diferenciándolo así de otros bautismos como el de Juan el Bautista. No habría desde este punto de vista contradicción alguna, pues en Mateo 28,19 el propio Jesús indicaba la fórmula bautismal y en los demás textos los apóstoles se referirían a este bautismo ya conocido como el bautismo en nombre de Jesús.
A favor de este punto de vista está que:
1) Es una tesis probable pues es habitual que en los textos de la Sagrada Escritura se utilicen estos modos de expresarse. En Hechos 1,5 por ejemplo Jesús mismo dice “pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días” y no se piensa por esto que se deba bautizar sólo en el nombre del Espíritu Santo. También en Hechos 19, 2-5, nos sugiere que el bautismo “en el nombre del Señor Jesús” encerraba la mención del Espíritu Santo.
No sería natural exigir a los escritores bíblicos que estuviesen repitiendo una fórmula tan de larga cada vez que hacían referencia al bautismo, cuando las palabras de Jesús eran por todos conocidas y atestiguadas en el evangelio. Lo mismo ocurre en la Didaché, pues cuando habla del bautismo “en el nombre del Señor” se refiere al bautismo trinitario instituido por él como resulta evidente por las instrucciones que se hacen en el capítulo 7.
2) No es probable que los apóstoles hayan cambiado la forma de bautizar habiendo recibido instrucciones expresas del propio Jesús sobre cómo hacerlo.
3) Los textos cristianos primitivos ya mencionados confirman que la fórmula trinitaria estuvo en uso por la Iglesia primitiva.
4) Si bien la opinión de San Ambrosio tuvo eco en la Iglesia fue ciertamente minoritaria. La Tradición mayoritaria de la Iglesia ha exigido como válido sólo el bautismo en nombre de la Santísima Trinidad, como se aprecia a continuación:
El primer Concilio de Arles (año 314) contra los donatistas, exigió rebautizar a los herejes conversos que no se hayan bautizado en el nombre de la Trinidad, por haber sido inválido su bautismo:
“Can. 8. Acerca de los africanos que usan de su propia ley de rebautizar, plugo que si alguno pasare de la herejía a la Iglesia, se le pregunte el símbolo, y si vieren claramente que está bautizado en el Padre y en el Hijo y en el Espíritu Santo, impóngasele sólo la mano, a fin de que reciba el Espíritu Santo. Y si preguntado no diere razón de esta Trinidad, sea bautizado”[12]
Lo mismo hizo el papa Pelagio I (año 556-561) al escribir al obispo Gaudencio:
“Hay muchos que afirman que sólo se bautizan en el nombre de Cristo y por una sola inmersión; pero el mandato evangélico, por enseñanza del mismo Dios Señor y Salvador nuestro Jesucristo, nos advierte que demos el santo bautismo a cada uno en el nombre de la Trinidad y también por triple inmersión. Dice, en efecto, nuestro Señor Jesucristo a sus discípulos: Marchad, bautizad a todas las naciones en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Si, realmente, los herejes que se dice moran en los lugares vecinos a tu dilección, confiesan tal vez que han sido bautizados sólo en el nombre del Señor, cuando vuelvan a la fe católica, los bautizarás sin vacilación alguna en el nombre de la santa Trinidad. Si, empero, por manifiesta confesión apareciera claro que han sido bautizados en nombre de la Trinidad, después de dispensarles la sola gracia de la reconciliación, te apresurarás a unirlos a la fe católica, a fin de que no parezca se hace de otro modo que como manda la autoridad del Evangelio.” [13]
El Concilio Romano (año 382) hace lo mismo:
“Porque en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo solamente somos bautizados y no en el nombre de los arcángeles o de los ángeles, como los herejes o los judíos o también los dementes paganos. Esta es, pues, la salvación de los cristianos: que creyendo en la Trinidad, es decir, en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, y bautizados en ella, creamos sin duda alguna que la misma posee una sola verdadera divinidad y potencia, majestad y sustancia.”[14]
También el Papa San Inocencio I (año 401-417):
“Que según el canon niceno han de ser bautizados los paulianistas que vuelven a la Iglesia, pero no los novacianos…Manifiesta está la razón por qué se ha distinguido en estas dos herejías, pues los paulinistas no bautizan en modo alguno en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y los novacianos bautizan con los mismos tremendos y venerables nombres, y entre ellos jamás se ha movido cuestión alguna sobre la unidad de la potestad divina, es decir, del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.”[15]
El Papa San Gregorio Magno (años 590-604) rechaza también como válido cualquier bautismo que no haya sido en nombre de la Trinidad:
“De la antigua tradición de los Padres hemos aprendido que quienes en la herejía son bautizados en el nombre de la Trinidad, cuando vuelven a la Santa Iglesia, son reducidos al seno de la Santa madre Iglesia o por la unción del crisma, o por la imposición de las manos, o por la sola profesión de la fe… porque el santo bautismo que recibieron entre los, herejes, entonces alcanza en ellos la fuerza de purificación, cuando se han unido a la fe santa y a las entrañas de la Iglesia universal. Aquellos herejes, empero, que en modo alguno se bautizan en el nombre de la Trinidad, son bautizados cuando vienen a la Santa Iglesia, pues no fue bautismo el que no recibieron en el nombre de la Trinidad, mientras estaban en el error. Tampoco puede decirse que este bautismo sea repetido, pues, como queda dicho, no fué dado en nombre de la Trinidad.”[16]
De la misma opinión fueron el papa San Gregorio II (año 715-731)[17], el papa San Gregorio III (año 731-741)[18], el Papa San Zacarías (años 741-752)[19].
El Concilio Ecuménico de Florencia en la bula Exultate Deo (año 1439) define como la forma correcta de bautizar: “Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
Conclusiones
Como ha podido verse se han intentado distintas soluciones a la aparente contradicción entre la fórmula de bautizar que recoge el evangelio de Mateo y los textos de los Hechos de los Apóstoles. Queda claro sin embargo que inclusive entre aquellos que sostuvieron que podía llegar a ser válido bautizar sólo en nombre de Jesús, era necesaria la profesión de una fe trinitaria íntegra. Y ni siquiera entre ellos hubo rechazo alguno a la fórmula trinitaria tal como se lee en Mateo 28,19.
Es necesario puntualizar que este no es el caso de las personas que se han adherido a estas denominaciones unitarias. Si recibieron el bautismo allí sólo en el nombre de Jesús su bautismo es inválido, tanto por no haber sido bautizados de la manera correcta, como por no profesar una fe en el Dios Uno y Trino.
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NOTAS
[1] Didaché 7,1-4
Daniel Ruiz Bueno, Padres Apostólicos, Biblioteca de Autores Cristianos 65, Quinta Edición, Madrid 1985, pág. 84
[2] San Justino, Apología I,16
Daniel Ruiz Bueno, Padres Apologetas Griegos, Biblioteca de Autores Cristianos 116, Tercera Edición, Madrid 1996, pág. 250
[3] San Ireneo de Lyon, Adversus Haereses, III, 17, 1
Alfonso Ropero, Lo mejor de San Ireneo de Lyon, Editorial Clie, Barcelona 2003, Pág. 361
[4] San Ireneo de Lyon, Epideixis , 7
Enrique Contreras, El Bautismo Padres de la Iglesia, Editora Patria Grande, Buenos Aires, año 2004, p. 27
[5] Tertuliano, Sobre el bautismo, 13
Angel barahona y Sol Gavira, El Bautismo según los padres de la Iglesia, Caparros Editores, S.L, Madrid 1994, pág. 65
[6] Tertuliano, Sobre el bautismo, 6, 1-2
Enrique Contreras, El Bautismo Padres de la Iglesia, Editora Patria Grande, Buenos Aires, año 2004, pág. 54
[7] Orígenes, Comentario sobre el evangelio de S. Juan, 6, 165-168
Enrique Contreras, El Bautismo, Padres de la Iglesia, Editora Patria Grande, Buenos Aires, año 2004, pág. 38
[8] Ibid.
[9] San Ambrosio, De Spiritu Sancto 1, 3, 42
Migne, Patrología Latina 16, 714
[10] San Nicolas I, De las respuestas a las consultas de los búlgaros, noviembre de 866 (Dz 334a)
[11]Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, III 66, 6
[12] Concilio de Arles contra los donatistas (Dz 53)
[13] Pelagio I, De la Carta Admonemus ut, a Gaudencio, obispo de Volterra, hacia el año 560 (Dz 229)
[14] Concilio Romano (Dz 82)
[15] Inocencio I, De la Carta 17 Magna me gratulatio, a Rufo y otros obispos de Macedonia, de 13 de diciembre de 414 (Dz 97)
[16] San Gregorio Magno, De la Carta Quia charitati a los obispos de Hiberia, hacia el 22 de junio de 601 (Dz 249)
[17] San Gregorio II, De la Carta Desiderabilem mihi, a San Bonifacio, de 22 de noviembre de 726 (Dz 296a)
[18] San Gregorio III, De la Carta Doctoris omnium a San Bonifacio, de 29 de octubre de 739 (Dz 296b)
[19] San Zacarías, De la Carta 10 u 11 Sacris liminibus a San Bonifacio, de 1.º de mayo de 748 (Dz 297a)
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