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Por: Dante A. Urbina

 

Existe controversia sobre la autoría del Evangelio de Juan. Aquí se presentan tres argumentos a favor de que el autor sería el apóstol Juan.

 

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Como es sabido, existe controversia acerca de si el apóstol Juan fue efectivamente el autor del cuarto Evangelio. En ocasiones, los escépticos utilizan ello como argumento en contra de la historicidad del Nuevo Testamento. Sin embargo, hay que decir que esto resulta prácticamente irrelevante para el caso de fiabilidad histórica general del Nuevo Testamento tal como lo he presentado en mi libro ¿Cuál es la religión verdadera? (1) ya que lo central allí es que los documentos sean relativamente tempranos y cumplan con los tres criterios establecidos (prueba bibliográfica, evidencia interna y evidencia externa). De todos modos, es pertinente anotar algunas razones a favor de la autoría del apóstol Juan y responder las principales alegaciones de los escépticos sobre este punto.

 

En primer lugar, tenemos que el autor del cuarto Evangelio se identifica a sí mismo como “el discípulo amado” (cfr. Juan 13:23, 19:26, 20:2, 21:7, 21:20). Pues bien, de entre todos los discípulos de Jesús, como bien consta en los otros Evangelios (Mateo 17:1-2, Marcos 9:2-8, Lucas 9:28-36), los más cercanos eran los apóstoles Pedro, Santiago y Juan. Ahora, Pedro no puede ser el autor del Evangelio ya que en varias ocasiones se menciona que estaba acompañado por “el discípulo amado” (cfr. Juan 20:2, 21:20) y tampoco puede serlo Santiago (“el Mayor”, hijo de Zebedeo) desde que fue martirizado cerca del año 42, es decir, antes de que se escribiera el cuarto Evangelio. En consecuencia, “el discípulo amado” debe ser el apóstol Juan.

 

Algunos cuestionan esta implicancia diciendo que desde que no se le llama “apóstol” debió tratarse de un discípulo cercano también llamado Juan, pero no de Juan el apóstol hermano de Santiago e hijo del Zebedeo. No obstante, aparte de ser implausible (¿por qué un discípulo externo debería estar en tantos eventos al parecer privados de Jesús y los apóstoles como la Última Cena?), este “argumento” cae por los suelos si es que atendemos bien a la implicancia del texto de Juan 20:3 donde dice que “Pedro y el otro discípulo salieron y fueron corriendo al sepulcro”. Y es que este texto nos muestra claramente que el término “apóstol” y “discípulo” podían ser intercambiables sin problemas.

 

En segundo lugar, encontramos que existe importante evidencia externa respecto de la autoría del apóstol Juan que no puede ser dejada de lado por ningún investigador serio. Así, por ejemplo, tenemos el relevante testimonio de San Ireneo de Lyon, discípulo de San Policarpo que fue a su vez discípulo del propio apóstol Juan, quien escribe que “Juan (…) también publicó un Evangelio durante su residencia en Éfeso en Asia” (2), siendo que precisamente se sabe que Juan el apóstol estuvo en Éfeso. Por su parte, Orígenes, no deja lugar a dudas pues identifica a “Juan, el hijo de Zebedeo” (3) como autor del Apocalipsis y luego lo llama “apóstol y evangelista” (4) además de que explícitamente dice que “él, que se apoyó en el pecho del Señor, (…) dejó un Evangelio” (5).

 

Ahora bien, en contra de la línea de evidencia externa los críticos acostumbran citar a Polícrates de Éfeso quien se refiere a un Juan que “se recostó en el pecho de Nuestro Señor y llegó a ser un presbítero que llevó la mitra sacerdotal, mártir y maestro” (6) aduciendo que ese, y no Juan el apóstol, sería el autor del cuarto Evangelio. Pero esta cita no tiene por qué ser necesariamente problemática: un apóstol puede ser llamado “presbítero” (véase 1 Pedro 5:1), la “mitra sacerdotal” puede ser una referencia metafórica de alta dignidad espiritual o incluso es posible que el apóstol llevase una especie de mitra similar a la de los sacerdotes judíos, y la palabra mártir no significa de por sí “muerto violentamente” sino que más bien “testigo” (tal vez por eso Polícrates dice “mártir y maestro” en lugar de “maestro y mártir”). Además, justo en lo que continúa del texto citado, el propio Polícrates apunta que este Juan “duerme en Éfeso”, que es donde se localiza la tumba del apóstol Juan.

 

Tercero, hay varias similitudes en temas y expresiones entre el cuarto Evangelio y otros escritos atribuidos al apóstol Juan. Como muestra, se pueden comparar los siguientes pasajes del Evangelio de Juan y la Primera Carta de Juan: Juan 1:1 – 1 Juan 1:1, Juan 12:35 – 1 Juan 2:11, Juan 15:13 – 1 Juan 3:16, Juan 15:18 – 1 Juan 3:3, etc.

 

Pese a ello, los críticos han intentado capitalizar las diferencias lingüísticas y de estilo entre los documentos para descartar al apóstol Juan como autor evangélico. Pero dicho criterio es simplemente prejuicioso e irracional desde que los textos más similares al cuarto Evangelio son precisamente los atribuidos al apóstol Juan y las diferencias lingüísticas y de estilo pueden ser fácilmente explicadas atendiendo a que Juan puede haber contado con diferentes secretarios en la redacción de los documentos. Esta no era para nada una práctica extravagante o extraña: Pedro tuvo como secretario a Marcos para redactar el primer Evangelio y a Silvano para redactar su primera carta (cfr. 1 Pedro 5:12). A su vez, Pablo utilizó constantemente secretarios para redactar sus cartas agregando varias veces un saludo o exhortación final escrita de su propia mano (cfr. Romanos 16:22, 1 Corintios 16:21-24, Colosenses 4:18, 2 Tesalonicenses 3:17). Asimismo, la “pobre gramática griega” del Apocalipsis que a los críticos les gusta contrastar con el excelente estilo del cuarto Evangelio puede ser fácilmente explicada si tenemos en cuenta que, como refiere la tradición, Juan estaba como prisionero en la colonia penal de Patmos y, por tanto, era sumamente improbable que cuente con un secretario o “corrector de estilo”.

 

Referencias:

 

1. Dante A. Urbina, ¿Cuál es la religión verdadera?: Demostración racional de en cuál Dios se ha revelado, Ed. CreateSpace, Charleston, 2018, Part. II, cap. 1. (https://danteaurbina.com/cual-es-la-religion-verdadera-demostracion-racional-de-en-cual-dios-se-ha-revelado/)

2. San Ireneo de Lyon, Contra las Herejías, Lib. III, cap. 1, n. 1.

3. Orígenes, Comentario sobre el Evangelio de Juan, Lib. I, cap. 14.

4. Orígenes, Comentario sobre el Evangelio de Juan, Lib. II, cap. 4.

5. Orígenes, Comentario sobre el Evangelio de Juan, Lib. V, cap. 3.

6. Citado por: Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, Lib. III, cap. 31.

 

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Por: Anwar Tappias Lakat

 

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La Navidad es una época muy hermosa que vivimos para celebrar el nacimiento de Cristo, nuestro Salvador. Sin embargo, el mundo secular busca copiar, modificar e imponer patrones propios a esta celebración. Por ello, con el paso del tiempo se fue dando lugar a elementos que nada tienen que ver con el sentido cristiano, pero sí plagados de elementos propios en diferentes culturas, sumado a que la Nueva Era fue mezclando estos elementos para darle un sentido peligroso, negando la Revelación de Dios, y mostrando fuerzas cósmicas que colocan al hombre como el centro de todo.

 

Pero es más preocupante el creciente surgir de un elemento llamado “el espíritu de la Navidad”, algo etéreo, invisible que parece que posee a las personas para volverlas buenas en esta época. ¿Existe tal espíritu? El mismo cine norteamericano ha alimentado tal idea con películas que muestran que esos espíritus son los que hacen que las personas le encuentren sentido a la Navidad, representadas como "fantasmas". Mientras la Iglesia nos coloca figuras como el profeta Isaías, San Juan y la Santísima Virgen como modelos en Adviento para prepararnos para la Navidad.

¿Qué és el espíritu de la Navidad?

 

La leyenda, según el ángel Uriel, relata que el espíritu llegó al planeta proveniente de una galaxia lejana y se instaló en la región Norte, en lo que hoy se conoce como la península escandinava.

 

El espíritu de la Navidad es concebido no como una persona de carne y hueso, a pesar de que la leyenda así lo describe, sino más bien como una energía que viene desde del centro de nuestro sistema estelar y que llega año tras año para repartir, más que cosas materiales, aquello de lo cual los seres humanos no pueden prescindir: paz, amor, armonía y alegría [1]

 

Como observamos, esto es pura Nueva Era, nada de sentido cristiano y vaciado del papel de Cristo en su venida a este mundo. Lo peor es lo referente a la forma de atraer al espíritu de la navidad, por medio de pasos que parecen una invocación espiritista usando elementos como: [2]

 

  • Un vaso de agua (en dirección al norte).
  • Una piedra (este año una selenita, en el sur).
  • Una vela blanca por persona (que encenderemos en el oeste cuando el incienso empiece a echar humo, iniciando así el ritual. Trabajaremos con números impares, que son mágicos. Así, si somos 2, 4, 6 personas… utilizaremos una vela por persona más una maestra para todos. Si somos impares, 3, 5, 7… una vela para cada uno será suficiente).
  • Incienso en grano (el que se utiliza en las iglesias, al este) Un carboncillo para quemarlo.
  • Papel para escribir la carta
  • Una pluma, bolígrafo…

Para mostrar aun más que este tema del espíritu de la navidad, es un elemento pagano, basta ver la fecha en que supuestamente aparece dicho espíritu:

 

Quienes creen en la llegada del Espíritu de la Navidad celebran el 21 de diciembre, exactamente entre las 10:00 y las 12:00 de la noche, un ritual para dar su bienvenida [3]

 

¿Por qué escogen esa fecha? En la página de la National Geographic, nos explican el sentido del 21 de diciembre como el día más corto del año, que marca el solsticio de invierno. Este acontecimiento es celebrado en muchas culturas, asociados a cultos astrales. En muchos países de Europa, el solsticio de invierno se celebraba como el renacimiento del dios del sol, ya que a partir de esta fecha los días se van haciendo más largos. [4] La página en mención expone: [5]

 

A través de la historia, los humanos han celebrado el solsticio de invierno, esto lo podemos ver en monumentos como Newgrange, en Irlanda, que su planta está diseñada para capturar la luz en este preciso momento.

 

Las diferentes tribus indoeuropeas, también tenían sus festividades para celebrar este día, así como los romanos, que festejaban Saturnalia, en honor al dios homónimo, y en las jornadas posteriores homenajeaban a Mithra, en honor a la deidad de la luz heredada de los persas.

 

A día de hoy muchos cultos paganos, celebran la festividad, de hecho, según estudios recientes, numerosos colectivos están volviendo a las raíces y realizando homenajes a este día.


El espíritu de la navidad es un elemento de tradición nórdica, que nada tiene que ver con el sentido auténtico de celebrar el Nacimiento de Cristo. Y lo peor es que busca suplantar el papel de Dios, ha sido la estrategia de la Nueva Era.

Sólo podemos observar la oración de bienvenida al espíritu de la navidad para reconocer que se busca tomar el lugar de Dios: [6]

 

En tu nombre, Presencia Todopoderosa (No se supone que sólo Dios es el Todopoderoso), doy la bienvenida al Santo Espíritu de Navidad (El Espíritu Santo es muy diferente a esto), quien baja a este planeta (Haciendo creer que viene del cielo) con la misión de dar. Te saludo, te reconozco y te bendigo (¿Te bendigo? Esto no es de Dios); te doy las gracias por la maravillosa labor de amor, alegría y paz que realizas ( ¿Labor? Esto es superstición)

 

¿Cuál es el verdadero espíritu en Navidad?

 

El verdadero espíritu es colocar nuestra vida en oración, reflexión y preparación para celebrar la venida de Cristo, nuestro salvador. 
Vivir el adviento de manera espiritual, prudente y con la esperanza de pronto celebrar al niño en el pesebre.


En el tiempo de Navidad, la Iglesia celebra el misterio de la manifestación del Señor: su humilde nacimiento en Belén, anunciado a los pastores, primicia de Israel que acoge al Salvador; la manifestación a los Magos, "venidos de Oriente" (Mt 2,1), primicia de los gentiles, que en Jesús recién nacido reconocen y adoran al Cristo Mesías; la teofanía en el río Jordán, donde Jesús fue proclamado por el Padre "hijo predilecto" (Mt 3,17) y comienza públicamente su ministerio mesiánico; el signo realizado en Caná, con el que Jesús "manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él" (Jn 2,11).[7]
 


[1] http://www.culturizando.com/2012/12/tradiciones-navidenas-el-espiritu-de-la.html

[2] http://www.elarcangel.com/web/espiritu_navidad.php
[3] http://www.culturizando.com/2012/12/tradiciones-navidenas-el-espiritu-de-la.html

[4]http://vidaverde.about.com/od/Ciencia-y-naturaleza/a/Que-Es-El-Solsticio.htm

[5] http://www.nationalgeographic.es/noticias/solsticio-de-invierno
[6] http://www.cunavidad.com/historias-navidad-el-espiritu-de-la-navidad.php

[7] http://www.mercaba.org/LITURGIA/Nv/la_navidad.htm

 

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Por: Richbell Meléndez

 

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Trátase de un documento, al igual que el Nican Mopohua, escrito en lengua náhuatl. Es obra del fecundo autor e historiador mestizo Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, quien lo escribió en 1590, autoría que consta por el testimonio de D. Carlos de Sigüenza y Góngora.

Su nombre procede de las primeras palabras con que comienza su texto: "Aquí se pone en orden…" Es un valioso documento que complementa al Nican Mopohua y proporciona rica información sobre la persona misma de Juan Diego Cuauhtlatoatzin, su esposa María Lucía y el tío de Juan Diego: Juan Bernardino. Asimismo, narra algunos milagros de la Virgen de Guadalupe.

Diversos hechos que narra el Nican Motecpana han podido ser verificados históricamente por fuentes históricas independientes, así como por el testimonio de distintos cronistas. Documentos como los Anales de Puebla y Tlaxcala, los Anales de Catedral, el Añalejo de Bartolache [vid. supra] o el Códice 1548 o "Escalada" [vid. infra], coinciden al situar la muerte de Juan Diego en 1548.

El documento histórico llamado Nican Motecpana corrobora y confirma el cambio desde el corazón indígena, que se manifestó en la aceptación de la fe; a su modo y en estilo por esta importante fuente se nos dice que los indios: "sumidos en profundas tinieblas, todavía aman y servían a falsos diosecillos, obras manuales e imágenes de nuestro enemigo el demonio, aunque ya había llegado a sus oídos la fe, desde que oyeron que se apareció la Santa Madre de Nuestro Señor Jesucristo, y desde que vieron y admiraron su perfectísima imagen, que no tiene arte humano; con lo cual abrieron mucho los ojos, cual si de repente hubiera amanecido para ellos"[Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, Nican Motecpana, p. 307.].

Fue tal la conversión, que muchos de ellos tiraron, con sus propias manos, los antiguos ídolos: "Y luego (según los viejos dejaron pintado) algunos nobles, lo mismo que sus criados plebeyos, de buena voluntad echaron fuera de sus casas, arrojaron y esparcieron las imágenes del demonio y empezaron a creer y venerar Nuestro Señor Jesucristo y su preciosa Madre"[Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, Nican Motecpana, p. 307.].

 

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Richbell Meléndez, laico católico dedicado a la apologética, colaborador asiduo de distintas páginas de apologética católica y subdirector de la escuela de apologética online DASM.

 

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