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Capítulo 4

Algunas notas de la santidad en el mundo actual

 

Por: Richbell Meléndez

 

CAPÍTULO 4

ALGUNAS NOTAS DE LA SANTIDAD EN EL MUNDO ACTUAL

 

En este capítulo, en particular, el Papa Francisco reflexiona sobre otros modelos de santidad, diferentes de los tradicionales como la oración, los sacramentos, las ofrendas, el consejo espiritual y las devociones. El señala que puede haber otras muchas formas de llegar a la santidad, pero destaca cinco caminos o modelos que conducen a ésta, dentro del convulsionado mundo contemporáneo y que son manifestaciones del amor de Dios en el mismo.

 

Aguante, paciencia y mansedumbre.

 

Este, como primer camino, se refiere a ser pacientes, mansos y humildes de corazón, para poder hacer frente a los muchos problemas, situaciones adversas o formas de falsa espiritualidad, tales como el individualismo, el egocentrismo, las emociones negativas y el asedio de los demás y viceversa, nuestro propio asedio a los demás, que se nos presentan a lo largo de toda nuestra existencia. Para ello es necesario centrar la vida en Dios y no en nosotros mismos, es decir ir más allá de lo que nuestro razonamiento egoísta, emociones o instintos nos inclinan y saber adquirir el verdadero control de la vida y esa solidez interna expresada por el Santo Padre.

 

Uno de los medios para superar el mal es acogerse a la fuente primaria y sobrenatural de paz, Cristo Jesús: “Os doy mi paz, pero no como la da el mundo” (Jn14, 27), quien nos invita a aquietar los pensamientos y tranquilizar el corazón y quedarnos anclados en el silencio de su amorosa presencia, así su Santo Espíritu obra en nosotros, por medio de su gracia santificante y podemos, renovados y fortalecidos, hacer frente a las circunstancias adversas del mundo y enfrentar nuestros propios demonios. Es esta gracia santificante, la que nos fortalece e impide que reaccionemos con violencia, prepotencia y vanidad y arraiga la mansedumbre en el corazón.

 

También nos señala el Papa, la guía de los evangelios y las enseñanzas de los apóstoles San Pablo y San Juan sobre no fomentar las peleas y contiendas, no proferir insultos ni palabras hirientes, no juzgar a nadie por sus defectos, sino resaltar siempre sus virtudes. No caer en la tentación de nuestras propias reacciones al mal, en fin, no pretender ser sabios, ni jueces, sino saber ser humildes y colocar a los demás delante nuestro, alegrarnos con sus éxitos y logros, especialmente con aquellos que no nos caen bien o de quien hemos recibido algún mal.

 

Por otro lado, la globalización ha traído grandes progresos como la comunicación por redes sociales, pero el Papa manifiesta su preocupación por las mismas en cuanto a que se convierten en redes de violencia verbal de límites incomparables, llegando incluso a la calumnia; la lengua propaga fuegos de violencia y maldad, por ejemplo es muy común ver como en chats de debates religiosos, las diferentes tendencias de cristianismo chocan con la Iglesia unificada de Cristo y se puede apreciar la violencia verbal de ambas partes.

 

Es de hacer notar que, de acuerdo a la experiencia, se comprueba que, cuando se debate con alguien que está expresando ira, el no reaccionar igual, sino con paciencia y amabilidad, se logra cambiar la actitud del otro, hasta lograr comunicación respetuosa o al menos su silencio. Es algo muy curioso que se enlaza con lo expresado por el Papa sobre que la humildad se arraiga en el corazón, a través de las humillaciones, puesto que, cuando te agreden en estos chats y reaccionas con tranquilidad y hasta con cariño, aquel que solo quiere pelear, deja de escribirte, porque no logró lo que quería: enojarte y ofuscarte y sucede algo así como señalan los psicólogos: “Lo que no encuentra reflejo en ti, se aleja” y es lo mismo que señala el documento: “Echaras lejos al demonio” porque éste no encuentra su reflejo en ti; es en este sentido que vemos el aspecto de la “humillación” que se expresa en el documento, simplemente no avivar el fuego, sino saturarlo de agua para que se extinga y no se propague.

 

Ser cristiano es matar día a día el principal enemigo de éste: el egocentrismo y practicar el “Cristocentrismo”, tal como lo afirma el Santo Padre: “Un corazón pacificado por Cristo y liberado de esa agresividad que brota de un YO, demasiado grande” y su reflexión final sobre este punto de no buscar la seguridad y felicidad en los éxitos y posesiones sino en Cristo Jesús: “Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí” (Ga, 2,20)

 

Alegría y sentido del humor.

 

Expresa el Papa en este documento, que los Cristianos nos debemos destacar por tener un espíritu y buen sentido del humor. A pesar de las dificultades o de la cruz que tengamos que cargar o de los aciertos o desaciertos que nos presente el libre albedrío, nuestra conducta en el medio del mundo puede y debe ser, alegre, positiva y esperanzada; y esa actitud, ese " gozo en el espíritu santo", lo podemos alimentar mediante la oración, los sacramentos (en especial la eucaristía) y la práctica de la auténtica caridad. Señala el Papa que en nuestro andar rutinario y sin perder el sentido de la realidad en que vivimos, no debemos llevar un espíritu apocado, triste y sin energía, consideramos que ello genera resentimientos e inseguridades que son un" caldo de cultivo" para que el demonio actúe.

 

La Alegría Cristiana se manifiesta con la palabra y las acciones que salen del corazón. Con la coherencia en el pensar, el hablar y el actuar vamos a poder trasmitir y comprobar que somos apóstoles de Cristo. La naturalidad y sencillez pueden ser luz para iluminar el camino apostolar y nuestra Santificación; es decir, no debemos ser tan complicados pues en el camino de libertad que Dios nos ha dado nos propone un Mandamiento nuevo a seguir. Jesús dijo: " Les voy a dejar un Mandamiento nuevo: Que se amen uno a otros como yo los he amado, así conocerán que son mis discípulos". Es evidente que el amor es alegría en si mismo. De manera que el amor y la alegría, son el distintivo de los cristianos. Ahora bien, ese amor esa alegría que el Señor nos pide y que nos distingue se manifiesta entre todos y para todos a través de la caridad, el perdón y la reconciliación con Dios y con nuestros hermanos.

 

Nos recuerda el Papa Francisco algunos episodios, narrados en los evangelios, que expresan la alegría de nuestra Santísima Madre Virgen María: " Se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador" ( Lc 1, 47 ) y del mismo Jesús: " Se llenó de alegría en el Espíritu Santo " ( Lc 10, 21 ), cuando el pasaba " toda la gente de alegraba " ( Lc 13, 17 ), " os he hablado de esto para que mi alegría este en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud" ( Jn 15,11 ). Así como estos, hay muchos otros momentos en los que Jesús nos muestra la alegría en la forma de vivir los Cristianos; y esa alegría es signo evidente de los sobrenatural de su mensaje y ejemplo de una identificación plena con Dios Padre.

 

Si bien es cierto que ninguno de los evangelistas relata cómo era la sonrisa en el rostro de Jesús, podemos imaginarla por sus encuentros con tanta gente que le abordaba y de los niños que le buscaban para verle y escucharle. Por lo que podemos percibir en nuestra imaginación como era la mirada de nuestro Señor y la bondad que expresaba su rostro con una alegría sobrenatural llena de amor. Estas imágenes producen una gran seguridad interior que a su vez genera una gran serenidad, que rompe los esquemas de las dificultades e intranquilidades de la vida diaria, transformándolas en paz, fortaleza y esperanza.

 

Compartimos la visión del Papa Francisco, cuando expresa, que es verdad que en las sociedades actuales, en su contexto consumista e individualista se puede optar a conseguir y vivir alegrías ocasionales y algunas hasta más duraderas, proporcionada por los bienes terrenales, como el dinero, el poder, la salud, el éxito profesional, laboral y familiar, todas con la frivolidad de lo material y perecedero en un tiempo determinado. Lamentablemente muchos de esos momentos, más no siempre, están alejados de la condición que nos distingue como cristianos y generan comportamientos pecaminosos contaminados por la injusticia, la corrupción y la podredumbre ético-moral, que nos apartan de la Santidad y de Dios y por ende de la vida eterna.

 

Señala el Papa y así lo compartimos, que el mal humor no es un signo de Santidad y que la alegría cristiana debe ser lo común y ordinario en nuestra vida diaria, acompañada del buen sentido del humor, tal como lo fue en Santo Tomás Moro, en San Vicente de Paul o en San Felipe Neri, entre otros.

 

Mantener un espíritu flexible como San Pablo y la alegría de San Francisco de Asís, en su amor por la naturaleza y en general por toda la creación Divina, produce una inocente y sencilla alegría que nos acerca a la alegría del Creador.

 

En nuestra opinión podemos concluir en este mensaje del Papa Francisco, sobre la alegría y el sentido del humor, como una de las cinco grandes manifestaciones del amor a Dios y al prójimo en la cultura de hoy, que no debemos permitirnos en concentrarnos en nuestras propias necesidades y carencias, pues estaríamos condenamos a vivir con poca alegría, es muy importante en la vida Cristiana que vivimos y compartimos en nuestras comunidades, no solo ver el mal, ni mucho menos practicarlo; sino ver la voluntad de Dios y hacer el bien ante cualquier circunstancia que se nos presente " Ahogar el mal en abundancia de bien ". Asimismo, podemos ratificar y entender que para seguir el camino de Cristo y poder alcanzar el cielo, es condición sine qua non, la práctica de la caridad; es decir, el amor puro y el amor puro genera gozo en nuestra vida interior. Cuando hacemos el bien en forma natural, no para disfrutar farisaicamente del mismo, sino como una actitud llena de humildad, de bondad, desprendimiento y sacrificio ofrecido a Dios es posible que lleguemos a sentir en nuestro corazón el gozo espiritual y en nuestra mente veremos la sonrisa de Dios.

 

Audacia y fervor

 

En el camino hacia la santidad y la propuesta dada por el Papa Francisco, se habla sobre el empuje que el Espíritu Santo con lleva al firme propósito por la evangelización, la perseverancia y el aplomo que sin duda debe motivar a todo aquel que cree en la promesa del Señor Jesús, El está y estará todos los días. Son muchos quienes han hecho suyas estas palabras y les han animado en la vocación de ser evangelizadores, de ser misioneros, muchas veces silenciosos y bajo el anonimato; entregan su vida por el huérfano, por el abandonado, el enfermo, incluso han servido para entusiasmar a tantos otros; sin embargo, hay mucho por hacer, se necesita más manos que quieran gastar y desgastarse por servir al Señor, pero las distracciones del mundo invitan al individualismo, a la conformidad, a solo cuidar si al caso, su metro cuadrado.

 

Ver a Jesús en su actitud compasiva, que sale al encuentro, que toma decisiones, que no se paraliza; nos está diciendo que se debe avanzar, acudir a quien lo necesite; no siempre es fácil asumir este reto, puesto que implica salir del entorno, del yo propio, de los prejuicios, de nuestras limitaciones mentales. Sin duda alguna, el Espíritu Santo es quien conduce y guía cada paso que se da en torno al sentido evangelizador; pero se podría preguntar ¿con cuanta frecuencia se pide su acción en nuestras vidas? ¿Hacemos suficiente silencio interior para escucharle solo a Él? Buscando las respuestas, nos damos cuenta cuántas dudas se tienen; cuesta el desprendimiento, cuesta salir en búsqueda del triste, del cansado, del desesperanzado; en fin, cuesta salir al encuentro de cristo en el prójimo, porque no se le quiere ver.

 

Se puede pensar que todo esfuerzo por más pequeño e insignificante que parezca, debe motivar a tocar puerta, a sobre pasar barreras y obstáculos; salir de nosotros mismos y mirar a nuestro alrededor, con luces que encandecen, pero también con las oscuridades de espíritu. Por eso, cada testimonio es valioso, venga de donde venga; pensar que todo esfuerzo por más pequeño que sea, ya es un gran paso, desde la familia, los vecinos, del que menos atrae; cada uno es un aporte para animar a muchos otros, en esta ruta trazada por aquel que dio su vida y que sigue alimentándonos con su palabra y obra de vida.

 

En Comunidad

 

El Santo Padre, hace referencia a la lucha difícil que representa el pecado de la concupiscencia y las tentaciones a que estamos sometidos continuamente y nos aconseja a no luchar solos pues es factible que sucumbamos a las mismas, pues, de este modo es más fácil perder el sentido de la realidad y nuestra firmeza interior.

 

El Papa nos indica que el camino hacia la santificación es comunitario, así lo han demostrado comunidades enteras que vivieron apegadas al evangelio y a una vida dedicada por entero al Señor, entre ellas se cuentan los fundadores de la Orden de los Siervos de María, las beatas del primer monasterio de la Visitación de Madrid, San Alfonso Rodríguez y sus compañeros mártires en América Latina y otras más, pero asimismo, en nuestra propia cotidianidad podemos realizar y llevar una vida de servicio y vocación: los matrimonios, el trabajo realizado con otros, la familia, nuestros vecinos también representan comunidades, donde cada uno puede llevar a cabo manifestaciones de amor y sacrificio en bien de los demás miembros y obtener juntos la santificación.

 

Todos estamos llamados a dar espacio para la comunidad cristiana, en medio de nuestro trabajo, nuestra responsabilidad como familia, como ciudadanos, como verdaderos hijos de Dios. Compartir como verdaderos hermanos, buscar la presencia de Dios en cada momento de servicio con el más necesitado. Mística para crecer en el amor de Dios para dar a los demás, buscar en cada eucaristía el camino de santidad para salir al encuentro con Dios en la caridad, en aquel que espera en medio de su soledad que sean auxiliados y levantados de esperanza. Mucho por hacer en nuestra iglesia para cultivar y profundizar el camino ya dado.

 

Estará siempre presente en cada experiencia de nuestras vidas el amor, la humildad y la sencillez para recibir con interés cada momento de apremio, de detalle para actuar bajo la luz que ilumina el mensaje que cada día nos regala nuestra Madre María y José en el acompañamiento de la vida de su HIJO Jesús.

 

El Señor nos enseña a vivir los pequeños detalles, muchas veces imperceptibles en nuestro comportamiento habitual, para de alguna manera ayudar u orientar situaciones de la cotidianidad. Poner amor incondicional, en esa conducta hacia los demás, es evangelizar y santificarnos, según el proyecto que Dios tiene para cada uno de nosotros. Es por eso que el Papa Francisco nos llama también a seguir las enseñanzas de Cristo, prestando atención a los pequeños y santos detalles, que debemos tener presente, de una manera generosa, para con Dios y nuestros hermanos en la vida ordinaria que transitamos.

 

En Oración constante

 

Nos dice el Papa Francisco: "No se puede alcanzar la Santidad sin oración, aunque esta no se trate necesariamente de largos momentos o de sentimientos intensos". Esta afirmación la compartimos en todo su contenido, pues, a través de los diferentes tipos de oración, logramos nuestro acercamiento a nuestro creador y salvador y podemos enfrentar los avatares de nuestra existencia y trascender la misma, entre ellas, la oración contemplativa es una comunicación silente con Dios, donde abrimos el corazón y la mente para adorarle y expresarle nuestro amor, nuestra fe y agradecimiento, haciendo posible que en su Divina Presencia, Dios obre en nosotros y nos sane y transforme , y esto debe hacerse con un silencio abierto, con la mayor humildad y sinceridad. Como dice Santa Teresa de Avila: "Tratar de amistad estando muchas veces a solas con quién sabemos nos ama". Es decir, es un encuentro imaginario con Dios, mirándole con los ojos de la mente, en el cual la acción del Espíritu Santo, nos conduce a sentirnos frente a frente con él, escuchándole en silencio en nuestra conciencia, y en ese silencio podamos discernir, a la luz del espíritu, los caminos de Santidad que el Señor nos propone: “Habla Padre, que tu siervo escucha”.

 

Tal como lo afirma el Papa: “Todos tenemos necesidad de este silencio penetrado de presencia adorada.” Y una vez penetrados en ese silencio, poder hablar con EL, de allí el valor de la oración de súplica y petición, pues en estos momentos, Dios serena nuestro corazón y nos llena de esperanza. En este diálogo con Dios, le comunicamos nuestras preocupaciones e inquietudes y todo aquello que queremos compartir con EL, siguiendo el consejo bíblico expresado en Mateo 6,6: “Pero tu cuando ores, entra a tu cuarto y cierra la puerta y ora a tu Padre, que está allí a solas contigo y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará”; es entrar en ese lugar de nuestra mente que hace conexión con Dios y cerrar la puerta de nuestros pensamientos finitos y limitantes y abrirla a la luz de su Espíritu Santo, confiarle todo lo que somos a EL, que nos conoce y nos ama, sabe lo que necesitamos en nuestra vida para nuestra santificación y nos guía con su inmensa sabiduría.

 

Explica el Papa que la oración debe abarcar a nuestros hermanos y demás seres queridos y debe ser, también, de intercesión porque será más agradable a Dios si le expresamos nuestro amor e intercedemos también, por nuestros hermanos fraternos; es decir, incorporar a esa conversación con Dios el amor, las angustias y peticiones de personas que requieren la ayuda y Gracia Divina para superar obstáculos materiales y/o espirituales.

 

Por otro lado, el santo Padre nos aconseja, además de ser constantes en la oración y vivir nuestra cotidianidad en presencia de Dios, para que nuestros actos, palabras y decisiones, sean testimonio de nuestra vida cristiana. Él nos da el ejemplo de San Juan de la Cruz, quien recomendaba: “Procurar andar siempre en la presencia de Dios, sea real, imaginaria o unitiva, de acuerdo a lo que permitan las obras que está haciendo”, esto es de suma importancia para tener coherencia entre lo que pensamos, decimos y hacemos de acuerdo a los evangelios, en este sentido la lectura orante de éstos es la guía en nuestro peregrinar: “Antorcha es tu palabra, luz para mi sendero” (Sal 119, 105)

 

Por último, el Papa nos recuerda el tiempo de Dios en la historia y como se ha manifestado en la vida humana, tener memoria de las acciones de Dios, la alianza con su pueblo, la palabra revelada, lo que ha hecho por su Iglesia, hacer memoria de su grandeza y de todos los beneficios que hemos obtenido de EL: “Mira tú historia cuando ores y encontrarás misericordia, al mismo tiempo alimentará tu consciencia de que el Señor te tiene en su memoria y nunca te olvida”

 

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Richbell Meléndez. Laico católico dedicado tiempo completo al apostolado de la Apologética y subdirector de la Escuela de Apologética Online DASM.

 

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