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Por: P. Jon M. de Arza, IVE

 

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Pregunta:
No falta mucho para que comience la Cuaresma y estaremos prontamente preparando la liturgia para la Celebración de la Pasión del Señor, el próximo Viernes Santo.

 

Tengo un par de preguntas, sobre la Adoración de la Cruz:


1) ¿Podría una escolta de soldados romanos, con un par de tambores, entrar la Cruz al templo para la Adoración?
2) La Cruz ¿debe ser Crucifijo?
Gracias por su dedicación. Luis.

 

Respuesta:

 

Tampoco parece procedente hacer acompañar la Cruz por soldados romanos, puesto que no se deben mezclar las representaciones o dramatizaciones de la Pasión del Señor con la celebración litúrgica del Viernes Santo. La liturgia no es una mímesis o imitación crasa de los acontecimientos del Viernes Santo, sino que es presencia mistérica o anámnesis, de acuerdo a lo que enseña el Directorio sobre la piedad popular y la liturgia(SCCDDS, 2002):


«Respecto a las representaciones sagradas hay que explicar a los fieles la profunda diferencia que hay entre una ‘representación’ que es mímesis, y la ‘acción litúrgica’, que es anámnesis, presencia mistérica del acontecimiento salvífico de la Pasión» (n. 144).

 

Por ejemplo, hablando de la procesión del «Cristo muerto», dice expresamente el mismo Directorio (y podríamos tomarlo como principio iluminador para nuestro caso): «143. Sin embargo, es necesario que estas manifestaciones de la piedad popular nunca aparezcan ante los fieles, ni por la hora ni por el modo de convocatoria, como sucedáneo de las celebraciones litúrgicas del Viernes Santo. (…).

 

Finalmente, hay que evitar introducir la procesión de ‘Cristo muerto’ en el ámbito de la solemne Celebración litúrgica del Viernes Santo, porque esto constituiría una mezcla híbrida de celebraciones».

 

Este es el riesgo, que se mezclen y desnaturalicen las cosas, tal como sucede con algunos que pretenden una «teatralización» de la Misa, cada vez más mimética de la Última Cena, y ¿quién pondrá límites a la inclusión de otros personajes históricos en la celebración litúrgica? Todas estas escenas podrán realizarse muy bien, en un Via Crucis o e una representación de la Pasión, pero en un campo extra-litúrgico, y es muy deseable que se tengan estas manifestaciones de nuestra fe.

 

Por su parte, el Misal Romano, dice en la rúbrica respectiva, que la Cruz sea acompañada de dos ministros con cirios encendidos.

 

En cuanto a lo segundo, si Cruz o Crucifijo:

 

El Misal Romano no dice nada de Crucifijo para el Viernes Santo, sino que habla de ostensión y adoración de la «Cruz». La Ordenación General del Misal Romano, indica que el sacerdote, en los ritos de entrada, «según las circunstancias, inciensa la cruz y el altar» (n. 49); y para el ofertorio: «el sacerdote puede incensar los dones colocados sobre el altar, y después la cruz y el altar mismo» (n. 75). Pareciera tratarse de una cruz simple, pero en otra parte, cuando se habla de los elementos que deben estar sobre el altar, apunta la misma OGMR: «Igualmente sobre el altar, o cerca del mismo, debe haber una cruz adornada con la efigie de Cristo crucificado. Los candeleros y la cruz adornada con la efigie de Cristo crucificado pueden llevarse en la procesión de entrada» (n. 117). Y, más adelante: «La cruz adornada con la imagen de Cristo crucificado y tal vez llevada en la procesión, puede erigirse cerca del altar para que se convierta en cruz del altar, la cual debe ser una sola; de lo contrario, déjese en un lugar digno» (n. 122).

 

Asimismo, en relación al ornato del altar, prescribe la OGMR: «Igualmente, sobre el altar, o cerca de él, colóquese una cruz con la imagen de Cristo crucificado, que pueda ser vista sin obstáculos por el pueblo congregado. Es importante que esta cruz permanezca cerca del altar, aún fuera de las celebraciones litúrgicas, para que recuerde a los fieles la pasión salvífica del Señor».

 

Un dato interesante nos lo reporta la indicación sobre el gesto de adoración (la genuflexión) para la Cruz el Viernes Santo: «La genuflexión, que se hace doblando la rodilla derecha hasta la tierra, significa adoración; y por eso se reserva para el Santísimo Sacramento, así como para la santa Cruz desde la solemne adoración en la acción litúrgica del Viernes Santo en la Pasión del Señor hasta el inicio de la Vigilia Pascual» (n. 274).  Lo que se adora aquí, propiamente, aunque con culto de latría relativa, es la Santa Cruz, no el Crucificado (puede verse este tema aquí).

 

Al no precisar la OGMR, como se hace más arriba (lo mismo que cuando se describe el rito, ya en el Misal Romano, como hemos visto), hemos de concluir que para la adoración del Viernes Santo, se trata sólo de la Cruz, sin la efigie de Cristo crucificado. Además, en la celebración litúrgica de la Pasión del Señor, luego de la solemne proclamación del Evangelio que relata la misma, se manifiesta mejor la muerte de Cristo al estar la Cruz desnuda, sin la imagen de Nuestro Señor. La Cruz sola corresponde mejor a la verdad del signo: se adora la cruz «donde estuvo suspendida la salvación del mundo» (como canta el sacerdote invitando a la adoración). Las oraciones, pues, hacen referencia a la Cruz y no a Cristo.

 

La Cruz Crucifijo recuerda la Pasión de Cristo, pero el momento de la Adoración de la Cruz es posterior a la misma Pasión, que litúrgicamente se celebró en la Primera Parte, con la Liturgia de la Palabra (más aún, teniendo en cuenta que el Viernes Santo no hay celebración sacramental del Sacrificio de la Misa). Se trata de un momento, podríamos decir, de exaltación de la Cruz, un paréntesis en el Viernes Santo, que luego tendrá su magnificación o celebración en «detalle», el 14 de septiembre, fiesta de la Exaltación de la Cruz. El himno a la Cruz señalado en el Misal (el Pange Lingua), es un himno de gloria: «Que canten nuestras voces la victoria de este glorioso combate; que celebren el triunfo de Cristo en el nuevo trofeo de la cruz, donde el Redentor del mundo se inmoló como vencedor/Esta es la cruz de nuestra fe, el más noble de los árboles: ningún bosque produjo otro igual en ramas, flores y frutos».

 

Lo que venimos afirmando, está de acuerdo con el origen de este antiguo rito, que tuvo lugar en Jerusalén cuando fue encontrada la Santa Cruz de Nuestro Señor (s. IV). Reliquias de la misma fueron repartidas rápidamente, sobre todo a Roma, de manera que el rito suponía que se adoraban o veneraban las reliquias de la Santa Cruz. Nada hacía suponer que incluyera la imagen del Crucificado. Además, incluso como ornato del Altar, el Crucifijo entró recién en el s. XIV (Cf. RIGHETTI, M., Manuale di storia liturgica, Áncora, Milano 2005, 2ª Anastatica, I, 536).

 

Podemos concluir que para la santa Misa, debe utilizarse un Crucifijo, y para la Adoración de la Cruz, una simple cruz, aunque «suficientemente grande y bella», como pide la Carta Circular de la SCCDS, del 16/01/1988, sobre La Preparación y celebración de las fiestas pascuales.

 

P. Jon M. de Arza, IVE

 

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Richbell Meléndez. Laico católico dedicado tiempo completo al apostolado de la Apologética y subdirector de la Escuela de Apologética Online DASM.

 

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