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Por: P. Miguel Ángel Fuentes, I.V.E.

 

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 Por favor, Padre, quisiera saber si es pecado la masturbación y qué dice la Iglesia al respecto.

        

Estimado:

        

La masturbación es pecado cuando es un acto libre y premeditado (o sea, cuando reúne las condiciones que exige todo pecado mortal: material grave, conocimiento y consentimiento perfectos); distinto es el caso de aquellas personas que realizan estos actos de modo enfermizo y compulsivo (razón por la cual el Catecismo en el número 2352 aclara: «Por la masturbación se ha de entender la excitación voluntaria de los órganos genitales a fin de obtener un placer venéreo. (...) Para emitir un juicio justo acerca de la responsabilidad moral de los sujetos y para orientar la acción pastoral, ha de tenerse en cuenta la inmadurez afectiva, la fuerza de los hábitos contraídos, el estado de angustia u otros factores psíquicos o sociales que pueden atenuar o tal vez reducir al mínimo la culpabilidad moral»).

 

No es infrecuente que se escuche que no es inmoral

        

Ha tocado largamente el tema la Declaración "Persona humana", de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Le transcribo el texto:

«Con frecuencia se pone hoy en duda, o se niega expresamente, la doctrina tradicional según la cual la masturbación constituye un grave desorden moral. Se dice que la sicología y la sociología demuestran que se trata de un fenómeno normal de la evolución de la sexualidad, sobre todo en los jóvenes, y que no se da falta real y grave sino en la medida en que el sujeto ceda deliberadamente a una autosatisfacción cerrada en sí misma (ipsación); entonces sí que el acto es radicalmente contrario a la unión amorosa entre personas de sexo diferente, siendo tal unión, a juicio de algunos, el objetivo principal del uso de la facultad sexual.

 

La doctrina de la Iglesia hacemos siempre su inmoralidad     

  

Tal opinión contradice la doctrina y la práctica pastoral de la Iglesia católica. Sea lo que fuere de ciertos argumentos de orden biológico o filosófico de que se sirvieron a veces los teólogos, «tanto el Magisterio de la Iglesia, de acuerdo con una tradición constante, como el sentido moral de los fieles, han afirmado sin ninguna duda que la masturbación es un acto intrínseca y gravemente desordenado. La razón principal es que el uso deliberado de la facultad sexual fuera de las relaciones conyugales normales contradice esencialmente a su finalidad, sea cual fuere el motivo que lo determine. Le falta, en efecto, la relación sexual requerida por el orden moral; aquella relación que realiza el sentido íntegro de la mutua entrega y de la procreación humana en el contexto de un amor verdadero» (CDF, decl. "Persona humana" 9).

         

Diversas circunstancias que la propician  

     

A esta relación regular se le debe reservar toda actuación deliberada de la sexualidad. Aunque no se puede asegurar que la Sagrada Escritura reprueba este pecado bajo una denominación particular del mismo, la tradición de la Iglesia ha entendido, con justo motivo, que está condenado en el Nuevo Testamento cuando en él se habla de "impureza", de "lascivia" o de otros vicios contrarios a la castidad y a la continencia.

 

Las encuestas sociológicas pueden indicar la frecuencia de este desorden según los lugares, la población o las circunstancias que tomen en consideración. Pero entonces se constatan hechos. Y los hechos no constituyen un criterio que permita juzgar del valor moral de los actos humanos. La frecuencia del fenómeno en cuestión ha de ponerse indudablemente en relación con la debilidad innata del hombre a consecuencia del pecado original; pero también con la pérdida del sentido de Dios, con la depravación de las costumbres engendrada por la comercialización del vicio, con la licencia desenfrenada de tantos espectáculos y publicaciones; así como también con el olvido del pudor, custodio de la castidad.

            

Falta de responsabilidad en algún caso

 

La sicología moderna ofrece diversos datos válidos y útiles en tema de masturbación para formular un juicio equitativo sobre la responsabilidad moral y para orientar la acción pastoral. Ayuda a ver cómo la inmadurez de la adolescencia, que a veces puede prolongarse más allá de esa edad, el desequilibrio síquico o el hábito contraído pueden influir sobre la conducta, atenuando el carácter deliberado del acto, y hacer que no haya siempre falta subjetivamente grave. Sin embargo, no se puede presumir como regla general la ausencia de responsabilidad grave. Eso sería desconocer la capacidad moral de las personas.

  

Para emitir un juicio moral 

 

En el ministerio pastoral deberá tomarse en cuenta, en orden a formar un juicio adecuado en los casos concretos, el comportamiento de las personas en su totalidad; no sólo en cuanto a la práctica de la caridad y de la justicia, sino también en cuanto al cuidado en observar el precepto particular de la castidad. Se deberá considerar en concreto si se emplean los medios necesarios, naturales y sobrenaturales, que la ascética cristiana recomienda en su experiencia constante para dominar las pasiones y para hacer progresar la virtud» (Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración "Persona humana", n. 9).

 

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Por: Dominika Cicha


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El “nuevo feminismo” por el que abogó Juan Pablo II tiene un lugar particular en nuestra cultura moderna.

 

Con demasiada frecuencia consideramos el feminismo como una ideología en desacuerdo con las enseñanzas de la Iglesia. No obstante, conviene recordar que existieron y existen muchas formas de feminismo: radical, liberal, posmoderno, marxista y académico. El “nuevo feminismo” por el que abogó Juan Pablo II tiene un lugar particular en nuestra cultura moderna.

 

Una breve historia del feminismo

 

Los académicos dicen que el feminismo empezó ya en el siglo XVIII. En aquellos días, era en su mayoría un movimiento sociopolítico dirigido a igualar los derechos de hombres y mujeres en el trabajo y la educación. Probablemente, el término en sí lo usara por primera vez Charles Fourier en 1837.

 

La primera gran ola de feminismo empezó aproximadamente entre 1890 y 1920 y duró hasta principios de los años 60. Su objetivo más importante fue establecer los mismos derechos para hombres y mujeres y los sufragistas ingleses y estadounidenses desempeñaron un papel de liderazgo. Sus esfuerzos lograron que se concediera a las mujeres el derecho al voto en 1920 en Estados Unidos y en 1928 en Polonia. Por comparación, las mujeres en Suiza obtuvieron su derecho a votar solamente en 1971 y en Arabia Saudí en 2015.

 

La segunda ola de feminismo empezó en la década de 1960 y continuó hasta entrados los 70. Esta vez, el objetivo principal fue un salario igualitario, la libertad sexual y/o el derecho al aborto. La maternidad y el matrimonio eran considerados una forma de esclavitud. La feminista más famosa de ese periodo probablemente es Simone de Beauvoir, autora de «El segundo sexo«.

 

Luego, finalmente, llegó la tercera ola, que comenzó en los 80. Inspirada por el movimiento LGTB y por el ecologismo, tomó en consideración cuestiones raciales, económicas y religiosas.

 

Edith Stein: Ninguna mujer es solo una mujer

 

Si vamos a hablar de feminismo, no podemos ignorar a Edith Stein, también conocida como santa Teresa Benedicta de la Cruz. La historia la recuerda como una eminente filósofa y sus conferencias, artículos y ensayos sobre las mujeres entre 1928 y 1932 son imprescindibles. Puso énfasis en que “ninguna mujer es solamente una mujer”. Intentó examinar la naturaleza de la mujer desde el momento de la creación y mostró que toda mujer es una criatura cuidadosamente planificada por Dios y llamada por Él para unas tareas específicas, independientemente de los tiempos en que viva y de su procedencia. Al margen de los dones femeninos, como la capacidad de mirar holísticamente a otra persona y una empatía y deseo de ayudar innatos, toda mujer recibe unos dones y talentos individuales como persona, que puede usar en el trabajo, como esposa, madre, monja o persona soltera.

 

Stein era adelantada a su tiempo y advirtió sobre la dirección que estaba tomando el movimiento de emancipación. Destacó que el objetivo de las mujeres no debería estar en ser como los hombres, sino en vivir en armonía con su naturaleza y cumplir su vocación.

 

Juan Pablo II y su nuevo feminismo

 

Hoy en día se considera a Edith Stein una precursora del nuevo feminismo que Juan Pablo II delineó brevemente en la encíclica Evangelium Vitae, “El Evangelio de la Vida”, en la sección 99. No está claro si el papa se basó en los textos de santa Teresa Benedicta, pero sus puntos de vista sobre el tema parecen converger profundamente. Juan Pablo II escribió:

En el cambio cultural en favor de la vida las mujeres tienen un campo de pensamiento y de acción singular y sin duda determinante: les corresponde ser promotoras de un ‘nuevo feminismo’ que, sin caer en la tentación de seguir modelos ‘machistas’, sepa reconocer y expresar el verdadero espíritu femenino en todas las manifestaciones de la convivencia ciudadana, trabajando por la superación de toda forma de discriminación, de violencia y de explotación. (…) Vosotras estáis llamadas a testimoniar el significado del amor auténtico, de aquel don de uno mismo y de la acogida del otro que se realizan de modo específico en la relación conyugal, pero que deben ser el alma de cualquier relación interpersonal.

 

No se trata del único documento papal que habla sobre la mujer. El primero fue la carta apostólica Mulieris Dignitatem, “Sobre la Dignidad y la Vocación de la Mujer”, publicado en 1988 durante el Año Mariano. Juan Pablo II también escribió sobre feminidad en la carta apostólica Ordinatio Sacerdotalis, “Ordenación sacerdotal”, en 1994 y en la carta A Ciascuna di Voi, “A cada una de vosotras”, dirigida a todas las mujeres del mundo con motivo de la Conferencia Mundial sobre la Mujer de la ONU en Pekín en 1995.

 

El papa recalcó que la dignidad y la responsabilidad de la mujer son iguales a las del hombre y que la igualdad de sexos se consuma en ambas direcciones. También escribió que los deberes maternales y familiares de la mujer y sus tareas profesionales deberían complementarse y que solamente de esta forma se completaría el desarrollo cultural y social. Si una mujer decide trabajar en casa, debería recibir apoyo en su decisión.

 

Sin embargo, es difícil ofrecer una definición específica del nuevo feminismo. Michele M. Schumacher, teóloga y una de las principales investigadoras de esta corriente, la entiende como la “tarea —o misión— de describir exactamente lo que diferencia a una mujer de un hombre y, por tanto, cómo la una complementa al otro y viceversa; también tiene el objetivo de promover una auténtica cultura humana y cristiana”. El feminismo antiguo y el nuevo coinciden en que necesitamos luchar contra todos los tipos de violencia, explotación y discriminación contra las mujeres, porque son un legado de pecado.

 

El genio femenino

 

El nuevo feminismo se centra en particular en el genio femenino, que señala que cada mujer tiene una predisposición especial y es capaz de enriquecer el mundo según su propia vocación. Anima a la mujer a reconocer sus talentos y le muestra su potencial para construir una civilización de amor. Al mismo tiempo, el nuevo feminismo nos recuerda la igualdad de hombres y mujeres. No es que una mujer debiera estar sujeta a un hombre, sino que ambos están sujetos a Dios. Ambos fueron creados a Su imagen y semejanza; “ambos son, en la misma medida, susceptibles de la dádiva de la verdad divina y del amor en el Espíritu Santo”, explica Juan Pablo II en Mulieris dignitatem.

 

“…la mujer debe ‘ayudar’ al hombre, así como éste debe ayudar a aquella; en primer lugar por el hecho mismo de ‘ser persona humana’, lo cual les permite, en cierto sentido, descubrir y confirmar siempre el sentido integral de su propia humanidad. Se entiende fácilmente que —desde esta perspectiva fundamental— se trata de una ‘ayuda’ de ambas partes, que ha de ser ‘ayuda’ recíproca. Humanidad significa llamada a la comunión interpersonal” (Mulieris dignitatem, 7).


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Por: Dante A. Urbina

 

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Siendo un apologista con continua actividad pública (artículos, libros, conferencias, debates, entrevistas, etc.) en la que expongo y defiendo una visión teísta, sucede que en varias ocasiones recibo mensajes de personas (mayoritariamente jóvenes de distintas partes del mundo ávidos de conocimiento) solicitándome les recomiende bibliografía para desarrollar una sólida defensa de la existencia de Dios frente a escépticos y ateos.

 

Pues bien, en vista de ello, considero menester compartir lo que sería mi “top 10” de libros de apologética teísta. Por supuesto, se trata de una lista elaborada con base en mi criterio personal (el primer puesto sería “el mejor”), no pretendo que sea una especie de ranking absoluto o algo así como “los 10 libros de apologética teísta más importantes de la historia”. Pero me parece válido compartir un “top” conforme a mi criterio pues hay varias personas que valoran el mismo, como evidencian las consultas que recibo al respecto.

 

A continuación, la lista (indico entre paréntesis el año de publicación de la primera edición de cada obra en su idioma original, con la excepción de las dos primeras en que más bien pongo el rango de años en que, al parecer, se escribieron):

1. Suma Teológica (1265 – 1274), Santo Tomás de Aquino.

2. Confesiones (397 – 400), San Agustín.

3. Fe Razonable (1994), William Lane Craig.

4. El Problema del Dolor (1940), C. S. Lewis.

5. La Religión Demostrada (1900), Albert Hillaire.

6. La Filosofía de Santo Tomás de Aquino (1924), Etienne Gilson.

7. La Mente de Dios (1992), Paul Davies.

8. Ciencia y Fe: ¿Un Equilibrio Posible? (2015), Mario Arroyo.

9. Santo Tomás de Aquino (1933), G. K. Chesterton.

10. Pensamientos (1669), Blaise Pascal.

 

He ahí, pues, la bibliografía que recomiendo. Cabe aclarar que este orden no es por nivel de complejidad y ni siquiera se pretende abarcar los libros más complejos. Pero son los libros que considero más relevantes y, de hecho, he encontrado que varios ateos -considerando sin más al teísmo como una posición “tonta” incapaz de producir algo de valor intelectual- simple y llanamente desconocen el contenido y reales argumentos de estas obras (espero se entienda, por ejemplo, la abismal diferencia entre saber que Santo Tomás de Aquino escribió un libro llamado Suma Teológica -o haber recibido una o dos clases al respecto- y haber realmente leído y analizado esta monumental obra). ¿Quieres tener una visión amplia y profunda sobre la apologética? ¡Pues lee todos estos libros! En realidad, considero que tanto creyentes como no creyentes deberían familiarizarse con esta literatura (los primeros para estar bien informados de los medios racionales para defender su fe y los segundos para evitar caer en la falacia de hombre de paja en los debates y -¿por qué no decirlo?- eventualmente poder llegar a la fe). Por supuesto, en la lista no está incluido mi libro ¿Dios existe?: El libro que todo creyente deberá (y todo ateo temerá) leer (https://danteaurbina.com/dios-existe-el-libro-que-todo-creyente-debera-y-todo-ateo-temera-leer/) dado que, siendo yo el autor, sería como “hacer trampa”. Pero como referencia diré que (con la sola excepción de Ciencia y Fe: ¿Un Equilibrio Posible?, que he leído recientemente) en ese libro se citan todas las obras aquí listadas…

 

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