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Por: Raúl Alonso


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Este tema tiene tantos años como años tiene la Iglesia, muchos de nosotros hemos oído de personas que aseguran haber recibido mensajes, que bien puede ser de supuestos mensajes de la Virgen, de Santos, Ángeles, personas fallecidas o del mismo Jesús.

 

Sabemos que Dios en su enseñanza se ha manifestado bajo diversas formas, recordemos que ha mandado Ángeles (Éxodo 23, 20-23, Lucas 1:28, etc.) Mucho podemos decir que Dios se nos ha manifestado y ha dado su Revelación por medio de diversos y validos medios, también hemos escuchado sobre otras manifestaciones post apostólicas de Nuestra Madre María en sus diversas advocaciones (Fátima, Guadalupe en México, etc.), en las cuales ha dado diversos mensajes. Todo esto podrá confundir a muchos, ya que podrían esperar que Dios se siga contactando con nosotros. Para lo cual es importante resaltar que:

 

«La verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre, que transmite dicha revelación, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelación» (Dei Verbum, 2).

 

Por tanto, la plenitud de la Revelación se da con la venida de Cristo, por tanto, no hay nada más que agregar a ella.

 

Las revelaciones privadas no realizan ninguna contribución al mejoramiento de la revelación divina. Mientras la revelación universal y pública, conservada en la Sagrada Escritura y en la tradición oral, vale para la comunidad eclesiástica misma, la revelación privada se dirige a personas particulares. No pertenece por eso al depositum fidei. La Iglesia, como guardiana de la revelación, tiene derecho y deber de examinar la revelación privada. La afronta con gran cautela y reserva. Es extraordinariamente difícil distinguir si una revelación privada ha nacido de las profundas posibilidades que moran en el corazón humano, o si baja del cielo. Incluso cuando la Iglesia, después de un examen cuidadoso y prudente, reconoce como auténtica una revelación privada, nunca se la propone como objeto de obligación universal de fe. La aprobación eclesiástica dice, más bien, que la revelación privada no está en contradicción con la revelación universal y pública, y que puede servir de edificación espiritual. Si algunos movimientos religiosos han salido de revelaciones privadas y han llevado a declaraciones doctrinales de la Iglesia, sólo han constituido el motivo para la proposición de lo que estaba contenido en el depositum fidei.

 

De la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, el 17 de diciembre del 2001.

 

Jorge A. Card. Medina Estévez

Prefecto Piedad popular y revelaciones privadas

 

90. Desde siempre, y en todas partes, la religiosidad popular se ha interesado en fenómenos y hechos extraordinarios, con frecuencia relacionados con revelaciones privadas. Aunque no se pueden circunscribir al ámbito de la piedad mariana, en esta especialmente se dan las «apariciones» y los consiguientes «mensajes». En este sentido recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica: «A lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas «privadas», algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Estas, sin embargo, no pertenecen al depósito de la fe. Su función no es la de «mejorar» o «completar» la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia. Guiado por el Magisterio de la Iglesia, el sentir de los fieles (sensus fidelium) sabe discernir y acoger lo que en estas revelaciones constituye una llamada auténtica de Cristo o de sus santos a la Iglesia» (n.67).

 

Más de alguno entonces preguntara:

 

¿Y entonces porque hemos sabido de muchas revelaciones privadas?

 

Bueno, aquí es conveniente aclarar que no todas las revelaciones privadas son aprobadas por la Iglesia, es más, algunas de ellas han sido prohibidas por el Magisterio.

 

Para poner en contexto como la Iglesia se toma con muchísima cautela el aprobar alguna revelación privada. Tomemos el caso de Fátima, si ven en las fechas que abajo cito, la primera aparición se dio en 1917 y hasta 1930 es cuando se aprueba el culto y la aparición:

 

13 de mayo, de 1917 –Primera aparición de la Virgen a los tres pastorcitos en Fátima.

13 de octubre, de 1917 –Ultima aparición de la Virgen a los tres pastorcitos y milagro del sol.

28 Abril 1919 – Se inicia la construcción de la Capillita de las Apariciones.

13 Octubre-1921 – Se permite por primera vez celebrar la Santa Misa.

13 Octubre 1930  – El obispo de Leira declara dignas de fe las apariciones y autoriza el culto de Nuestra Señora de Fátima.

13 Mayo 1931 – Primera consagración de Portugal al Inmaculado Corazón de María, hecha por el Episcopado Portugués, siguiendo el mensaje de Fátima.

 

Jesús ha mandado a la Santísima Madre a darnos mensajes puntuales sobre cómo solucionar algunos retos históricos del cristianismo, como fue el caso de Fátima con el socialismo, en México la aceptación de la Verdadera fe por los indígenas con Guadalupe, o el uso de sacramentales con gran valor salvífico (escapulario, el resaltar orar por las benditas almas del purgatorio, o el rezo del Santo Rosario, etc)

 

Hoy por hoy vemos y sabemos de muchas personas que aseguran haber sido contactados por la Virgen, o por Ángeles o el mismo Jesús.

 

Jose Smith el fundador de los mormones, funda su denominación por una supuesta revelación privada de un ángel,  muchas sectas inician sus “iglesias” con una supuesta revelación del Espíritu Santo. Incluso en fieles de nuestra Iglesia católica ha habido casos donde se han dado revelaciones, que después de haber sido evaluadas por la Iglesia, han sido prohibidas, en algunos casos se han provocados cismas (separaciones) y fundan una nueva denominación alejada de la Iglesia, en otros se han ajustado a la disciplina de la Iglesia.

 

Situaciones como esas fueron previstas por los Apóstoles:

 

Gálatas 1: 8. Pero si yo mismo o incluso un ángel del cielo os anuncia un evangelio distinto del que yo os anuncié, sea maldito.

 

Algunos cultos de nueva era se enfocan a la veneración de ángeles, incluso traen “sus mensajes” lo cual es contrario a nuestra Fe. También hay revelaciones privadas donde supuestamente María nos hace algunas advertencias, incluso habla del fin del mundo, esto también es erróneo, ya que solo el Padre sabe cuándo será Mc 13,24-32.

 

Recordemos hermanos que es la Iglesia el Pilar y Fundamento de la Verdad (1Tim 3:15), es en nuestra Iglesia que funda el mismo Jesús para seguir con su Obra Salvífica, donde obtenemos TODOS los sacramentos necesarios para nuestra Salvación, es en nuestra Iglesia donde históricamente por más de 2,000 años hemos tenido el Depósito y custodia de la Fe. La Revelación completa ya se dio con la venida de Jesús, no hay ni un punto más que agregar, las bases fueron dadas, y es por medio de la inspiración divina que se ha continuado enriqueciendo y entendiendo mejor la Revelación.

 

Es por tanto que debemos de ser muy cautos al conocer o propagar revelaciones divinas, ya que si no son aprobadas por la Santa Iglesia podríamos estar esparciendo mentiras y confundiendo a las personas en su fe.

 

Bendiciones en Cristo y María Santísima Theotokos


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Por: José María Iraburu

 

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La Iglesia es santa: «una, santa, católica y apostólica». Es ésta una verdad primera de nuestra fe. La Iglesia es santa porque «Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella, para santificarla, purificándola con el baño del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo resplandeciente, sin mancha ni arruga ni cosa parecida, santa e inmaculada» (Ef 5,25-27).

 

De la santa Iglesia de Dios hablan ya, desde el principio, Ignacio de Antioquía, el Martirio de Policarpo, el Pastor de Hermas, la Carta de los Apóstoles (160-170, Denzinger-Hünermann=DS 1), los Símbolos bautismales de Roma (DS 10), de Jerusalén (DS 41), el Credo de Nicea, completado en Constantinopla (381: DS 150). La Iglesia ciertamente es santa y santificante, porque es el Cuerpo mismo de Cristo, su Esposa virginal, la Madre de todos los vivientes, o como dice el Vaticano II, el «sacramento universal de salvación» (LG 48b; AG 1).

 

La Iglesia es santa porque el Espíritu Santo es su alma, es santa por la eucaristía y los sacramentos, por la sucesión apostólica de los Obispos, por su fuerza espiritual para santificar laicos y sacerdotes, célibes y vírgenes, sobradamente demostrada en la historia y en el presente.

 

La Iglesia es santa, pero está siempre necesitada de reforma. Por eso la palabra reforma es tradicional en la Iglesia de Cristo. Nunca, por supuesto, en la tradición católica se habla de «re-forma» para expresar un «cambio de forma», pues la forma de la Iglesia, su alma, es el Espíritu Santo, que no cambia. Por el contrario, siempre se habla de reforma o bien como un «desarrollo» perfectivo de algunas formas precedentes, una «renovación», o bien como la «purificación» de ciertas doctrinas y prácticas que se habían desviado de la verdadera forma católica.

 

La Iglesia, por obra del Espíritu Santo, ha vivido en su historia muchas reformas de diversos géneros, alcances y promotores. Así podemos recordar, por ejemplo, la reforma de Cluny, la de San Gregorio VII, las reformas promovidas por los Reyes Católicos y el Cardenal Jiménez de Cisneros, la gran reforma del concilio de Trento, las reformas litúrgicas, las reformas realizadas por San Pío V, San Carlos Borromeo, San Pío X, y las impulsadas por San Bernardo, San Francisco, Santa Teresa de Jesús.

 

En el ámbito del protestantismo, los protestantes han considerado su escisión de la Iglesia en el siglo XVI como la Reforma por excelencia, y han considerado a sus fundadores como reformadores. La expresión «Ecclesia semper reformanda», empleada por el teólogo calvinista Gisbert Voetius en el sínodo de Dordrecht (1618-1619), vendría a ser por tanto un lema protestante. Pero bien sabemos nosotros, los católicos, que los protestantes, negando la autoridad apostólica, la libertad y el mérito, la necesidad de las buenas obras, el sacerdocio, el sacrificio eucarístico, la mayoría de los sacramentos, el culto a la Virgen y a los santos, los votos y la vida religiosa, la ley eclesiástica, etc., no fueron reformadores, sino grandes deformadores de la Iglesia y del cristianismo (cf. mi artículo, Lutero, gran hereje, 27-10-2008). Los católicos, pues, de ningún modo debemos cederles el uso de la palabra reforma, como si fuera propia de ellos.

 

A fines del XVIII, ciertos historiadores alemanes acuñan el término contrarreforma, que en el siglo siguiente se generaliza por influjo de Ranke. Pero con esa denominación la gran reforma católica iniciada en el XVI, la tridentina, aparece sólo como una mera reacción a la escisión protestante. De ahí que la Iglesia promueva más bien la expresión reforma católica, adoptada por Maurenbrecher en 1880 y difundida en las obras de Pastor. En tal expresión, la reforma de la Iglesia originada en Trento es ante todo fruto del Espíritu Santo y de las fuerzas internas de la misma Iglesia, siendo la escisión protestante sólo su ocasión histórica.

 

El concilio Vaticano II promueve importantes reformas, partiendo siempre del convencimiento de que «toda renovación de la Iglesia consiste esencialmente en el aumento de la fidelidad a su propia vocación […] La Iglesia peregrina en este mundo es llamada por Cristo a esta perenne reforma (perennem reformationem), de la que ella, en cuanto institución terrena y humana, necesita permanentemente» (UR 6a). «Ecclesia semper reformanda» es, pues, un lema verdadero, ya que la Iglesia, que «encierra en su propio seno a pecadores, y es al mismo tiempo santa y necesitada de purificación, avanza continuamente por la senda de la penitencia y la renovación» (LG 8c; cf. Gaudium et spes 43f). «Para conseguirlo, la Iglesia madre no cesa de orar, esperar y trabajar, a fin de que la señal de Cristo resplandezca con más claridad sobre la faz de la Iglesia» (LG 15). Así entiende la Iglesia su propia reforma.

 

El Cardenal Ratzinger, en su Informe sobre la fe (1985, fin cp. III), observa: «Debemos tener siempre presente que la Iglesia no es nuestra, sino Suya. […] Verdadera reforma, por consiguiente, no significa entregarnos desenfrenadamente a levantar nuevas fachadas, sino –al contrario de lo que piensan ciertas eclesiologías– procurar que desaparezca, en la medida de lo posible, lo que es nuestro, para que aparezca mejor lo que es Suyo, lo que es de Cristo».

 

¿Cuáles son en la historia de la Iglesia las causas que posibilitan o que exigen una reforma?


1.–A veces el progreso en un cierto campo de la vida eclesial promueve una reforma. Se hace ley entonces de aquello que de hecho, por obra del Espíritu Santo, se va viviendo, aunque con ciertas dificultades. Es, pues, la vida misma de la Iglesia la que hace posible y conveniente la norma. Así se produce, por ejemplo, en el Concilio de Elvira (306, can. 33) la norma del celibato sacerdotal. El Espíritu Santo, «el Espíritu de verdad, os guiará hacia la verdad plena» (Jn 16,13).


2.–Pero más frecuentemente las reformas vienen a producirse cuando en las Iglesias se han producido desvíos doctrinales o se han establecido abusos intolerables –tolerados quizá durante siglos–, por ejemplo, en los beneficios clericales, en la investidura de los Obispos, en la vida de ciertas órdenes religiosas, en el modo de realizar el vínculo conyugal, en el uso injustificado de las armas, en lo que sea. Aquello que va mal en la Iglesia debe ser reformado. Aquello que va bien, no necesita ser reformado. Por ejemplo, «Cartusia nunquam reformata, quia nunquam deformata».

 

¿Necesita reforma la Iglesia en nuestro tiempo? Sin duda alguna, en muchas cosas y con gran urgencia. Es verdad que la pregunta es muy amplia y ambigua, pues hace referencia a asuntos diversos, complejos y delicados, que habremos de ir considerando con orden y cuidado. Pero lo que sí podemos afirmar ya desde ahora es que aquellas Iglesias locales que están mundanizadas, secularizadas, con más errores que verdades, arruinadas, sin vocaciones, en disminución continua, padeciendo en la mayoría de sus bautizados una apostasía generalizada y un alejamiento crónico de la Eucaristía, evidentemente necesitan una reforma profunda y urgente. Tienen que elegir: reforma o apostasía.

 

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Por: Frank Morera

 

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Los protestantes y las sectas se han hecho un dogma basado en Romanos 10,9 para inventar la llamada “Oración de salvación” donde la persona dice que “confiesa que Jesús es el Señor”, después de hecho esto los protestantes declaran que esa persona es salva, como los católicos no hacemos eso nos consideran no salvos. Como casi todo lo de ellos esto es una manipulación Bíblica y la utilizan porque al no tener Sacramentos, tienen que hacer algo tangible para estar seguros de su salvación, pero hagamos una breve reflexión….

 

Los Padres Apostólicos (primera generación después de los Apóstoles) JAMAS mencionaron, en toda la historia de la Iglesia jamás se mencionó tal oración y aun más, los Padres de la Reforma Protestante NO lo mencionaron. ¿De dónde surge? Esta oración de "salvación" se puso de "moda" en el Siglo XX por medio de Billy Graham, y de organizaciones como Campus Crusade for Christ.

 

Ellos se basan en esta cita tomada de la traducción Reina Valera y dice así:

 

Romanos 10, 9 «que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.»

 

Esto suena muy bien y algunos católicos se confunden, pero ante todo, la Reyna Valera es una pésima traducción y así tenemos que el web protestante “Embajada del Reino” en su tema “38 Razones para no usar la Reina Valera 1960 (RV60)”

 

Llama la atención de que este versículo está mal traducido. ¿Cómo dice el original traducido del griego?, pues dice así:

 

Romanos 10, 9 ““SI confesares con tu boca al Señor Jesús…” esto cambia todo. "SI" acá no está dando una orden de algo que hay que hacer para ser salvo, está expresando un deseo de que todo cristiano confiese a Jesús.

 

Notar que en muchas Biblias Católicas lo dicen de la forma errónea también. Curiosamente hasta la Revisión de 1909 de la Reyna Valera lo decía de la forma correcta, a partir de esta fecha surgió el dogma protestante de la Oración de Salvación, cosa no conocida en siglos anteriores por ellos.

 

La Biblia Nácar Colunga lo dice correctamente:

 

“9Porque si confesares con tu boca al Señor Jesús y creyeres en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo.”

 

¿Qué dice realmente el original en griego?

 

Romanos 10. 9

 

οτι→Porque εαν→si alguna vez οµολογησης→declaras

públicamente εν→en τω→la στοµατι→boca σου→de ti κυριον→Señor

ιησουν→Jesús και→y πιστευσης→confíes εν→en τη→el καρδια→corazón

σου→de ti οτι→que ο→el θεος→Dios αυτον→a él ηγειρεν→levantó

εκ→fuera de νεκρων→muertos σωθηση→serás librado

 

Tristemente ya la revisión de la Reina-Valera de 1960 se altera para ajustar la Palabra de Dios al nuevo “Dogma surgido” y en esta revisión el peso del versículo se ve alterado, en griego y en todas las traducciones tradicionales.

 

Jesús es el Señor y nosotros lo confesamos, o sea lo PROCLAMAMOS. Se confiesa a Jesús, quien de por sí el Señor.

 

En la revisión de 1960 somos nosotros los que confesamos que Jesús es el Señor. Puede parecer similar pero no lo es. Acá es lo que confiesas (tu idea) no «A QUIEN confiesas» (la realidad de que Jesús es Señor).

 

Yo PIENSO Y CREO que Jesús es Señor. Tenemos que tener en cuenta para entender este pasaje que los primeros cristianos iban a la muerte CONFESANDO que «es Jesús y NO el Cesar el «Kyrios» o Señor», es en este sentido que San Pablo se lo declara a la Iglesia de Roma, no es un rito a realizar para ser salvo, es un llamado a los Romanos a NO negar a Jesús.

 

La misma estructura de estas cartas te indica los términos para la Salvación:

 

– CONVICCIÓN DE PECADO, Romanos 3 10, 23

– JUSTIFICACIÓN, Romanos 3 24,27

– BAUTISMO, Romanos 6 3,6

– SANTIFICACIÓN Romanos 6, 12,22

– TESTIMONIO, Romanos 9,10

 

Esto es lo necesario para ser salvo y no una oración fácil y rápida. San Pablo propone un camino de Santidad compuesto por muchos pasos a seguir por el que se encuentra con Jesús Señor.

 

La palabra «CONFESAR» proviene del griego “homologeo” tiene la connotación de «una responsable declaración pública por la cual se establece una relación legal mediante un contrato». Homologeo significa: igual manera de pensar o estar de acuerdo, por lo que en este caso “Confesar” quiere decir que sabemos, creemos y ESTAMOS DE ACUERDO que Jesús es el Señor porque hemos sido Bautizados, hemos sido JUSTIFICADOS, dejamos que el Espíritu Santo nos JUSTIFIQUE y por eso damos TESTIMONIO hasta con nuestra vida si es preciso.

 

Confesar con la boca no es más que saber que tenemos que predicar a Jesús en todo momento y en toda circunstancia, sea en la casa, sea en el trabajo, sea en la vida política y esto sin importar las consecuencias.

 

La palabra que significa lo contrario de “confesar” es la palabra “negar” (San Juan 1:20; Juan 2:22-23). Confesar es decir “SÍ”; negar es decir “NO”.

 

Asumir que este pasaje es una sugerencia de que haciendo una simple oración eres salvo contradice la verdad que la fe que salva incluye el creer y el obedecer.

 

Por otra parte la palabra “creyeres” proviene del griego “pisteuo” y es la forma verbal de pistis que quiere decir FE, significa «confiar en, tener fe en, estar plenamente convencido de, reconocer, depender de alguien».

 

Pisteuo es más que creer es tener dependencia y confianza lo que te lleva la OBEDIENCIA. Esto quiere decir que te sometes a la voluntad de Dios después que lo has proclamado públicamente Señor.

 

Si este pasaje donde “confesar” por medio de una oración te diera salvación, contradeciría a San Mateo 7:22-23:

 

“22 Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? 23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.”

 

Estas personas habían CONFESADO a Jesús, pero, ¿sabes qué? NO LO OBEDECÍAN por lo que Jesús no los confesó (reconoció) a ellos.

 

Lo que decimos, tenemos que vivirlo, tiene que concordar con nuestra vida. En la carta a Tito 1,16, San Pablo describe a un grupo de personas que confiesan que ellos conocen a Dios.

 

“Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra.”

 

¿Pero conocían a Cristo como Señor? Sus labios decían, “Sí, conocemos a Dios”. Pero sus vidas dicen, “No, no conocemos a Dios”... Estas personas nombran el nombre de Cristo, pero ellos no pertenecen a Dios.

 

Comparemos Romanos 10, 9“Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor” con Filipenses 2:11 “Todo lengua confiese que Jesucristo es el Señor” Acá está el énfasis, TODO tiene que hablar del Señorío de Jesús. Esa es la verdad que debe ser confesada por la boca del creyente. La PALABRA “Señor” es la palabra griega “kurios”, que es la palabra que es usada consistentemente en el Antiguo Testamento para Adonaí Debemos confesar que Jesús es ADONAÍ o sea que ÉL es DIOS.

 

Nuestros Mártires desde Roma en el Siglo I hasta en Siria, Irak, Egipto, Sudan, Nigeria, Kenia, Paquistán, India y un largo etc. han muerto CONFESANDO que Jesús es Dios y Señor y nadie más, pero, ¿esto es producto de una oración instantánea? ¡NO! Es que ellos han seguido en su vida el patrón expresado por San Pablo en Romanos:

 

– CONVICCIÓN DE PECADO, Romanos 3 10, 23

– JUSTIFICACIÓN, Romanos 3 24,27

– BAUTISMO, Romanos 6 3,6

– SANTIFICACIÓN Romanos 6, 12,22

– TESTIMONIO, Romanos 9,10

 

No caigas en errores de falsas teologías de moda, la Salvación no es una oración…esa es una salvación fácil y el camino al cielo es difícil. Tú eres salvo porque has sido bautizado, porque has creído y porque has obedecido rectificando tu vida y tus desobediencias en el Sacramento de la Confesión. No te dejes engañar por las Sectas y sus recetas fáciles. Nuestra Iglesia tiene el camino difícil pero que llega al cielo.

 

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